El papa Benedicto XVI ha aprovechado su viaje a España para advertir sobre el resurgir de un laicismo y anticlericalismo "agresivo" y para pedir a las autoridades más apoyo económico, social y legislativo para la familia tradicional y para los más enfermos y débiles.

En su visita de dos días, el Pontífice ha estado acompañado en todo momento por los cánticos, aplausos y gritos de miles de fieles entusiastas cuyo número sin embargo no ha cumplido las expectativas en ninguna de las dos etapas del viaje.

Han sido miles los padres con sus hijos a hombros, señoras con sillas plegables al paso del papamóvil y jóvenes con la cara pintada con un "B-16" en amarillo que se desgañitaban coreando "¡Yo soy adicto, al Papa Benedicto!", pero ni en Santiago ni en Barcelona han llegado a llenar los espacios previstos.

En respuesta al entusiasmo y la euforia de los fieles, el Papa Benedicto ha bendecido a bebés, roto el protocolo para saludar desde el balcón del Palacio Episcopal de Barcelona y recorrido lentamente cada trayecto previsto para ver y bendecir a quienes han esperado durante horas en los bordes de calles y carreteras.

Como Jefe del Estado Vaticano, el Papa también ha estado en todo momento acompañado por autoridades de todo signo, desde los Reyes y los Príncipes de Asturias; los presidentes de Galicia y Cataluña, y una representación de ministros que se han turnado para acudir a los actos.

Finalmente, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, recién llegado de Afganistán, ha despedido al Papa en el aeropuerto del Prat y le ha explicado que el Gobierno reconoce el peso de la Iglesia católica, pero garantiza la libertad de todos.

Diferencias con Juan Pablo II

A diferencia del Papa Juan Pablo II, quien interactuaba con los fieles que seguían las misas multitudinarias al aire libre, el papa Benedicto XVI solicitó expresamente que en la misa celebrada en la plaza del Obradoiro no hubiera banderas, pancartas, gritos o aplausos.

También a diferencia de su antecesor, Benedicto XVI no ha dirigido sus homilías a los fieles que le escuchaban tanto como a las autoridades y dirigentes, a quienes ha lanzado reproches y pedido apoyo para las familias, los enfermos y los más débiles.

Advertencia sobre el laicismo

Así, ya en el avión que le traía a España la mañana del sábado, el Pontífice advirtió contra "una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo" que ha surgido en España y advirtió de que es "necesario que no haya un enfrentamiento sino un encuentro entre fe y laicidad; hay que renovar la fe para responder a esa laicidad".

Esa renovación de la fe debe pasar por que "Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios", dijo el Papa en la misa del Obradoiro, en la que también resaltó la importancia del catolicismo como raíz y eje constructor de Europa.

Las palabras de Benedicto XVI sobre el laicismo y el anticlericalismo levantaron una polvareda que el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, intentó acallar asegurando que el Papa no pretendía generar polémica y "sólo comentó el secularismo en Europa y en España y recordó algunos momentos de la historia".

El domingo, la consagración de la Sagrada Familia como basílica sirvió al Papa para lanzar una encendida defensa de la familia formada por el "amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer" y que merece "atención, protección y ayuda".

Así, Benedicto XVI aseguró que la Iglesia aboga porque la familia sea "decididamente apoyada por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente".

El Pontífice retomó esta misma idea a última hora de la tarde en lo que fue el acto más cálido y entrañable del viaje: la visita a la Obra benéfico-social del Niño Dios y el saludo e intercambio de regalos con los niños discapacitados que son atendidos por el centro.

Allí, delante de un centenar de enfermos, familiares y cuidadores, el Papa ha subrayado que "es imprescindible que los nuevos desarrollos tecnológicos en el campo médico nunca vayan en detrimento del respeto a la vida y dignidad humana".

Finalmente, la visita del Papa también ha logrado movilizar a algunos cientos de opositores que, desde la distancia y sin mucho estruendo, han protestado por su visita.

Así, las mujeres gallegas desplegaron unas pancartas con lemas como "Las mujeres no te esperamos" y, en Barcelona, casi un centenar de gays y lesbianas se besaron al paso del automóvil de Benedicto XVI y otros tantos acudieron a la manifestación convocada por la coordinadora "Deixem-nos d'hòsties. Yo no te espero".