Artur Mas ha tenido su primera manifestación importante apenas superados los primeros cien días de gobierno. Varios miles de personas desbordaron el pasado jueves la plaza de Sant Jaume, donde se encuentra el Palau de la Generalitat, para protestar contra los planes de recortes en los servicios públicos. Se trataba principalmente de trabajadores del sector sanitario, que no solo carga con la parte mayor del sacrificio (en proporción a su peso del 26% en el presupuesto autonómico) sino que está recibiendo las malas noticias por fascículos, en incómodas entregas.

Cataluña vive presa del síndrome de las tijeras. Los ajustes han monopolizado el debate en los primeros compases de la que debía ser una nueva era plena de ilusión. Los socialistas fueron ampliamente derrotados en las urnas de noviembre no solo por los errores propios de gestión, cohesión y comunicación de su gobierno tripartito, sino también porque estaban mandando en un momento de crisis económica que había hundido en ánimo de la gente, y eran del mismo color que Zapatero. Artur Mas, que apenas realizó promesas electorales, se presentaba como el hombre renovado capaz de levantar el ánimo con su energía. Pero todo fue llegar a Sant Jaume y advertir que la caja no solo estaba vacía sino que tenia un agujero monstruoso. A partir de ahí el guión se fue al garete.

A los pocos días de tomar posesión, Mas compareció para anunciar que Montilla le había dejado un déficit de 7.800 millones. Una cantidad inesperada, muy por encima de las cifras provisionales avanzadas durante el año, como si en el último trimestre hubieran aflorado gastos retenidos. Casi un 4% del PIB. Lo peor era que el gobierno central exigía a la Generalitat, como a todas las autonomías, cerrar el 2011 en el 1,3%, equivalente a 2.600 millones. Es decir, una reducción de mas de cinco mil millones de euros en unos presupuestos de 40.000 millones.

"Despilfarro", acusó CiU al tripartito. "Caída brutal de ingresos", respondieron los socialistas. Sea como fuera, se presentaban dos grandes problemas: buscar mas ingresos y disponer de líquido para los vencimientos de las pólizas de crédito. Para ambas cosas fue Mas a Madrid a buscar dinero y regresó de vacío. La ministra no quiso saber nada de un adelanto de 1.450 millones a cuenta del fondo de competitividad que corresponde liquidar en 2013. Adelanto que sí que había obtenido Montilla en 2009 y 2010.

Además, Salgado le recordó que si no presentaba un plan de ajuste no le autorizaría nuevos créditos, lo que podría llevar a la parálisis de la Generalitat y de todo lo que cuelga: sanidad, enseñanza, policía...

Este frente todavía está abierto y el Govern espera ablandar al gobierno pasadas las municipales. Pero en el mejor de los casos le correspondería un recorte del orden de los 3.000 millones, que Mas convirtió en orden ejecutiva inmediata para todos los departamentos. Para el suyo, el conseller de Salut, Boi Ruiz, procedente de la patronal catalana de hospitales, pidió a todos los centros concertados que presentaran su propuesta de ajuste. El resultado ha sido un goteo incesante de anuncios negativos: hospital tras hospital anunciaban reducciones del número de camas operativas, de la horas de quirófano, de los servicios en vacaciones, etcétera. Cada caso era una nueva noticia negativa que irritaba a los trabajadores del sector, que finalmente han empezado a salir a la calle, asustados por la traducción del tijeretazo en empleos, que pueden ser varios miles según los sindicatos.

Al recorte sanitario se añadirán otros que ya se empiezan a anunciar. Educación, por ejemplo, eliminará la sexta hora de clase en la escuela pública (que equiparaba su horario al de la concertada), y pide a los profesores una hora lectiva más a la semana por el mismo sueldo. Tanto en este departamento como en Salut, los sindicatos acusan al Govern de querer desmantelar el sector público en beneficio de la escuela privada y de las mutuas de seguros de salud. Ninguna área se libra de la tijera, y el Liceo ha decidido retrasar un mes el inicio de la próxima temporada.

Los ánimos están calientes. El conseller Ruiz cometió la torpeza de insinuar que a los médicos solo les interesa el dinero, lo que no ha sido muy popular que digamos. En el Parlament, Mas acusó al tripartito de haber llevado el país por la senda de Grecia. Hace unos días el portavoz del Govern, Francesc Homs, anunció que "nos plantamos" y que no recortarían más del 10% aunque se lo exigiera Salgado. Con el 10% no se llega al objetivo de déficit, pero un recorte superior provocaría un gran incendio.

La solución inmediata pasa por algún tipo de acuerdo con Madrid, pero en Moncloa temen la reacción a cualquier noticia que insinúe favores a los nacionalistas, sobre todo en plena campaña electoral. La solución a medio plazo, según Mas, es replantear todo el sistema de financiación de la Generalitat, cuya última versión data de 2008. Su modelo sería un "pacto fiscal" en la línea del concierto vasco, pero admite que tal cosa solo se puede plantear tras las próximas elecciones generales y siempre y cuando el partido vencedor necesite los votos de CiU, como en los últimos años de González y los primeros de Aznar.