Mariano Rajoy se ve con carisma. Después de haber logrado el pasado 20 de noviembre la más amplia mayoría absoluta del Partido Popular, este sábado ha superado otra prueba interna y ha sido reelegido con trece puntos más de apoyo que los que obtuvo en el Congreso de Valencia de casi cuatro años atrás.

Le han dado su respaldo más del 97 por ciento de los compromisarios reunidos en Sevilla y ello le ha servido para sacudirse gran parte de las rraémoras que le perseguían desde que el expresidente le señaló con su dedo sucesorio.

Con 57 años, este gallego de nacimiento y de actitud ha visto cómo el partido se ha rendido a su forma de hacer, a veces incomprendida por muchos de sus compañeros, y le ha dado carta blanca para seguir con su hoja de ruta en el PP y en España.

Número uno de su promoción, se convirtió con 23 años en el registrador de la propiedad más joven del país, pero pronto se adentró en una senda política en la que lo ha sido prácticamente todo: diputado autonómico, diputado nacional, presidente de Diputación, vicepresidente de la Xunta, ministro en varias carteras, vicepresidente del Gobierno...y presidente.

"Al pan, pan, y al vino, vino", podría ser el santo y seña con el que se comprometió en la campaña de las pasadas elecciones para asegurar que no se andaría con medias tintas y expondría la realidad de la situación, por muy dura que ésta fuera.

Así, ha ido advirtiendo de que España vive un momento económico muy grave, que el déficit obligaba a mayores sacrificios de los previstos y que, después de un primer recorte, de subir impuestos y de una reforma laboral que ha puesto patas arriba las relaciones entre empresarios y trabajadores, lo más duro aún está por llegar.

Cree que con todo ello está actuando "como Dios manda" para ganarse algo tan necesario como la confianza y credibilidad de las instituciones europeas y de sus socios comunitarios.

Rajoy fue remiso a trasladarse junto a su esposa, Elvira Fernández, y sus dos hijos al Palacio de la Moncloa y sondeó la posibilidad de permanecer en su casa de Aravaca, en Madrid, pero también en esto se dio de bruces con la realidad y tuvo que sucumbir a las recomendaciones de los responsables de su seguridad.

El reelegido presidente del PP ha sobrevivido a las zancadillas que algunos le pusieron en su partido, a dos derrotas electorales frente a José Luis Rodríguez Zapatero y a dos accidentes que le han dejado marcado: uno de coche cuyas cicatrices le hicieron estrenar barba que ya no ha abandonado, y otro de helicóptero junto a Esperanza Aguirre que le hacen esquivar estos aparatos como gato escaldado.

La suerte no le abandonó en esos momentos, aunque sí le fue esquiva en 1987, cuando su ausencia de un almuerzo que tenía apalabrado le impidió adquirir un décimo de la lotería de Navidad que sí compartieron los que iban a ser sus compañeros de mesa y que fue agraciado con el gordo: veinticinco millones de pesetas.

El respaldo casi "a la búlgara" (como ya se ha encargado de hacer notar el PSOE) que ha conseguido hoy Rajoy de sus compañeros le hará saborear con especial deleite uno de sus habituales puros.

También le puede resarcir de no haber podido ver por televisión el partido de fútbol que, mientras él esperaba el resultado de la votación, ha enfrentado al Racing con uno de sus dos equipos, el Real Madrid. Su otro favorito, el Deportivo de La Coruña.

Rajoy, que se define como previsible, personifica el triunfo del hombre tranquilo, aunque sus críticos quieren ver más bien una persona dubitativa que prefiere que el paso del tiempo resuelva los problemas sin necesidad de tomar decisiones.

Lo que sí ha demostrado desde su llegada al Gobierno es autoridad. Logró que no se filtrara la composición de su Gobierno y ha tenido en ascuas hasta el último momento a algunos de sus colaboradores y a muchos periodistas para saber quiénes iban a conformar a partir de hoy la nueva dirección del partido.

Una cúpula que, con él a la cabeza, ha logrado un amplio apoyo de los compromisarios y le ha resarcido de que en 2008 cosechará el menor apoyo de un presidente del PP.

Hoy, en el discurso ante sus compañeros para pedirles apoyo, ha asegurado que nunca se le subirá el cargo a la cabeza. Quizás tampoco el carisma, pero con resultados como el de hoy...