El terreno de juego se está trasladando, en parte, de las calles a la red. Algunos de los delitos tradicionales, como robos y estafas, se reproducen cada vez más en Internet. Agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil son la élite contra la delincuencia del mundo online. No son informáticos con conocimientos policiales, sino policías de siempre altamente especializados en la Red. Son los guardianes de la nueva frontera del delito.

Los ciberpolicías desarrollan tareas como cualquier otro agente. Manejan el ratón, pero también llevan armas y esposas. La diferencia es que para encontrar al criminal no cotejan una huella digital o escuchan a un confidente, sino que rastrean redes informáticas o averiguan, por ejemplo, quién hay detrás de una dirección IP, que es como el DNI de la conexión a Internet.

Las instalaciones que estas unidades policiales que luchan contra el delito en internet tienen en Madrid no son muy diferentes a otras donde se busca esclarecer casos de la realidad física y no de la virtual. Al fin y al cabo, sean online o no, lo que se persigue son delitos, y los miembros de estas unidades ponen la capacidad investigadora por delante de los conocimientos técnicos.

De hecho, aunque algunos de estos policías sí tienen formación informática previa, otros, en cambio, no han tenido con anterioridad a este trabajo policial ninguna relación profesional con la tecnología. En la academia, no recibieron una preparación específica, cuando eran aspirantes, e incluso en el caso de los más veteranos, internet ni existía o no estaba extendido su uso. La formación sobre la Red tuvieron que adquirirla después con cursos especializados y foros internacionales donde se intercambian conocimientos. A unos y otros, no obstante, les distingue su gran interés por las tecnologías.

El delito en la red se multiplica de forma constante tanto en cantidad como en tipología. Los ciberpolicías luchan para dar con un acosador de menores –los casos de índole sexual, en todos sus grados, son el 10% de los delitos en internet en España– o con un estafador que se oculta bajo una identidad falsa; para detener a alguien dedicado a robar secretos industriales con los que extorsionar, o números y claves de tarjetas de crédito.

El grupo de delitos telemáticos de la Guardia Civil, dependiente de la Unidad Central Operativa (UCO), y la brigada de investigación tecnológica (BIT) del Cuerpo Nacional de Policía controlan en toda España la investigación de la criminalidad en Internet en lo que a delincuencia común y terrorismo se refiere. Las policías autonómicas, en sus áreas de competencia, cuentan con unidades parecidas.

No se precipita al hablar, aunque sepa muy bien qué se lleva entre manos. Fernando Fernández es el inspector responsable de la sección técnica de la brigada de investigación tecnológica (BIT) del Cuerpo Nacional de Policía. Es experto en el manejo de la maquinaria informática que sirve para sacar a la luz datos que el delincuente quiere que queden ocultos, tanto antes como después de su detención. "Disponemos de tecnología punta. Tenemos herramientas clave para la extracción de datos", afirma Fernández. Son un equipo de reacción rápida: acuden a cualquier punto del mapa español para vaciar el contenido de los sistemas informáticos de cualquier criminal y "hacerlo inteligible" para los investigadores. Es muy frecuente encontrar información encriptada.

"Muchas veces ayudamos a discernir qué es importante y qué no", afirma. De esta manera, ayudan a otros grupos, tanto de la brigada en la que están encuadrados como de otras unidades de policía judicial, tales como de blanqueo de dinero, tráfico de drogas u otras. Es por ese grado de especialización por lo que la sede de la sección que comanda Fernández tiene más aspecto de taller que de grupo de investigación. Pero es una imagen engañosa. Disponen de conocimientos y equipos que les permiten, por ejemplo, recuperar información borrada de discos duros. La última tecnología incorporada a su equipo está relacionada con los smartphones y el modo de exprimir su contenido informativo.

Dirige y coordina todos los grupos de su brigada. Marca objetivos. Sabe que la evolución en el terreno tecnológico es trepidante. Señala que le preocupa especialmente el daño que puede hacerse a las personas con la gran cantidad de información que flota de ellas en la red. "En internet, no hay derecho al olvido. Nunca se borra nada", dice Vázquez. El pasado queda fijado en las nubes de memoria. La proliferación de las redes sociales, que los delincuentes usan con gran soltura, supone un reto policial. "La sobreexposición pública de personas y sus familiares en la red –considera el comisario– puede ser un elemento peligroso". Desde la reflexión que brota de la experiencia de ver pasar por su mesa expedientes de decenas de vidas que se han visto comprometidas, lanza un deseo: "Todos deberían ser ciberciudadanos responsables".

Destina parte de los recursos con que cuenta a patrullar en internet a través del grupo llamado "redes abiertas". Rastrean conductas que no siempre tienen encaje penal, pero que merecen ser observadas. "Queremos estar al corriente de cualquier nuevo fenómeno que se dé en la red", comenta Vázquez. Se realiza, por ejemplo, un seguimiento de foros en los que se hace apología de determinados comportamientos que inducen al consumo de drogas o a la bulimia. "Hemos descubierto también páginas donde hay personas que se ofrecen como asesinos a sueldo. En realidad, son todo estafas", concluye el comisario.

"Rescatar a la víctima es nuestra misión principal, incluso a riesgo de perder al delincuente", afirma Casas. Sabe de lo que habla porque ha perseguido a decenas de acosadores y agresores de menores que se sirvieron del anonimato de la red. Explica que los casos más graves se producen casi siempre cuando no hay un control paterno del uso que los menores hacen de internet y, en concreto, de las redes sociales. Recuerda a un acosador múltiple con 250 víctimas de las que sólo tres habían presentado denuncia porque habían confesado el problema a los progenitores. "Antes o después, hay que hablar con los padres; animo a los chicos a que lo hagan cuanto antes. No se puede ceder al chantaje", afirma el oficial. Convive con casos que llegan a pasar factura anímica: "No te acostumbras nunca. Al poco de llegar al grupo, me ordenaron que clasificara 3.000 fotos. Tuve que salir a respirar varias veces. Se me revolvió el estómago".

El tiempo ha pasado y ahora puede inspeccionar fotos de lo más terrible en la pantalla de su ordenador. Su misión es encontrar a quienes poseen esas fotos, a quienes las distribuyen y, con el máximo empeño, a quienes las producen. "Tarde o temprano, todos acaban cometiendo un fallo", asegura. Casas ha publicado una novela negra con una trama relacionada con la pornografía infantil, a pesar de que "no debes llevarte el trabajo a casa". El título de la obra es 'Cristal traslúcido'.