La España de las autonomías sigue cuestionada treinta años después, y ni siquiera los "padres" de los Estatutos opinan del mismo modo sobre el "café para todos", un proceso que unos ven ahora como un "progreso" y otros como una manera de "desvirtuar" las aspiraciones de Cataluña, el País Vasco y Galicia.

El modelo territorial, perfilado en el Título VIII de la Constitución, tardó diez años en cerrarse con las diecisiete comunidades y las dos ciudades autónomas actuales.

Ni las aspiraciones de todos los territorios eran idénticas ni todos partían de las mismas reivindicaciones históricas -Cataluña fue autonomía en 1932 y el proceso del País Vasco se truncó por la Guerra Civil- pero los deseos de autogobierno de las denominadas nacionalidades históricas tuvieron que convivir con los de igualdad del resto de territorios.

Y aunque Cataluña, el País Vasco, Galicia y Andalucía asumieron en menos tiempo sus competencias y sumaron la posibilidad de celebrar elecciones de manera separada, con el tiempo prácticamente todas las autonomías han alcanzado las mismas cotas de autogobierno.

"España tiene una ciudadanía muy igualitaria que en ningún caso habría tolerado privilegios", explica el expresidente valenciano Joan Lerma (PSOE), quien, al echar la vista atrás, admite a Efe que "quizás deberían haberse contemplado más claramente" las distintas necesidades de cada autonomía pero respetando la "igualdad".

También el expresidente madrileño Joaquín Leguina (PSOE) apunta ahora que otorgar solo la autonomía a las nacionalidades históricas "quizás" habría sido más "viable", pero a cambio se les tendría que haber exigido el cumplimiento estricto de la ley y evitar así que "se pasen por el arco del triunfo las normas estatales".

Para el primer presidente de la Xunta, Gerardo Fernández Albor, ese proceso fue una equivocación porque otorgó la "misma fuerza" a los territorios con lengua y cultura propias que a quienes "nunca habían reclamado autonomía", pero considera que "andar reformando ahora el café para todos también es muy peligroso".

También critica el exlehendakari Carlos Garaikoetxea aquel proceso porque generó "un espíritu de emulación en regiones que no abrigaban ninguna reivindicación histórica de autogobierno y dejó sin resolver aspiraciones legítimas" de las otras nacionalidades con un "sustrato cultural" y unas "demandas específicas mayoritarias".

"Con todos los respetos, porque cada pueblo tiene aspiraciones y problemas igualmente respetables pero de diferente naturaleza, se generó una hipertrofia del Estado que hoy cuesta caro y dejó irresuelta -por limitada- la respuesta a una demanda histórica y democrática de las nacionalidades", explica Garaikoetxea a Efe.

También el exconseller de CIU Joan Guitart habría preferido un estado centralizado con autonomía solo para esas tres comunidades. "El problema fue que cuando una competencia era para Cataluña, la querían todas", dice.

Y en el lado opuesto, expresidentes autonómicos como el andaluz José Rodríguez de la Borbolla siguen preguntándose ahora por qué no debían tener el resto de territorios las mismas competencias, y se declaran satisfechos con el modelo, aunque con los años se hayan cometido "excesos".

También defiende la descentralización, tal y como se produjo, el expresidente de la Diputación Foral de Navarra Jaime Ignacio del Burgo, quien cree que los "males del sistema" han sido consecuencia de que el Gobierno central ha hecho "dejación" de competencias para conseguir un "Estado fuerte y eficaz".

La mayoría tampoco aboga por "remover" un modelo estatal cercano al federalismo, aunque sí por alcanzar un pacto sobre financiación y competencias que pase por una mejor delimitación y porque cada una asuma las responsabilidades que libremente decida. Y no ven mal que quien quiera devuelva competencias -como propuso la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre-, siempre que ello no obligue al resto a seguir el mismo camino.

"No las devolverá ni siquiera Madrid, aunque todos sabemos que el PP de Madrid nunca ha tenido ninguna voluntad autonómica", aventura el valenciano Joan Lerma.

Y en esta maraña de ideas, treinta años después, el exconsejero catalán Joan Guitart asegura que el "sueño" catalán de estar cómodos dentro de España se ha esfumado y el exlehendakari Garaikoetxea ve como única "salida democrática" el "respeto" a las decisiones de Euskadi. El café no ha dejado en todos el mismo sabor.