Esperanza Aguirre regresa a la "primera línea" de la política como candidata al Ayuntamiento de Madrid, precisamente donde inició su trayectoria política, por ser la apuesta más segura del presidente del PP, Mariano Rajoy, para mantener el principal bastión electoral popular desde hace 20 años.

La decisión de Rajoy de sacar a la presidenta del PP de Madrid del "banquillo" que ocupa desde que abandonó la presidencia de la Comunidad de Madrid en septiembre de 2012 es un reconocimiento a su capacidad de movilización entre el electorado tradicional del PP que permite a la 'lideresa' cerrar el círculo y regresar a la corporación en la que inició carrera política en los años ochenta.

Y ahora, la primera mujer que presidió el Senado y venció en unas elecciones autonómicas se enfrenta a las encuestas, y a más adversarios que nunca, para convertirse en la primera alcaldesa electa de la mayor ciudad de España.

Probablemente muchos de los que la calificaron como "animal político" aquel día de septiembre en el que anunció que dejaba la presidencia de la Comunidad de Madrid y pasaba a la "segunda línea" nunca creyeron del todo el anuncio de Aguirre, que realmente nunca ha dejado la contienda política, para disgusto de sus rivales.

También de aquellos en el PP que, incluso como Rajoy, han tenido que escuchar las críticas de una política que siempre se ha caracterizado por defender a ultranza su verdad y no ha rehusado ejercer de incómodo e inoportuno Pepito Grillo pese a los recelos que Aguirre siempre ha generado en el entorno del presidente del PP.

Sonadas fueron su reclamaciones tras la condena en Cuba del dirigente de Nuevas Generaciones del PP de Madrid Ángel Carromero a raíz de un accidente de tráfico en el que falleció el líder disidente Oswaldo Payá.

Y famoso fue también el agrio choque, en pleno Comité de Dirección del PP de Madrid, que tuvo con la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, cuando criticó la gestión del caso Madrid Arena por parte de esta, así como la del caso Gürtel por parte de la cúpula nacional del PP.

Licenciada en Derecho y funcionaria de carrera del Cuerpo de Técnicos de Información y Turismo del Estado, Aguirre se enfrenta ahora a las encuestas que pintan bastos para la mayoría absoluta en la que el PP vive instalado en la ciudad de Madrid desde hace más de veinte años tras superar mil y un obstáculos.

Porque en el tramo final del pasado año, tras el incidente que protagonizó tras ser multada en la Gran Vía y la "caída" en desgracia de todo un número dos del PP de Madrid por la operación Púnica, Francisco Granados, hubo momentos en los que su "cotización electoral" parecía a la baja.

Pero si de algo sabe Aguirre es de superar adversidades, que a lo largo de su trayectoria política ha vencido a todo y a todos en una carrera de película.

Una en la que la protagonista se convierte en primera presidenta de una autonomía tras un oscuro capítulo de transfuguismo en la oposición (2003), sale indemne de un accidente de helicóptero (2005), escapa en calcetines de un atentado en Bombay (2008) y sortea al cáncer (2011).

Aguirre pondrá fin a su corta trayectoria como asesora de la empresa de cazatalentos Seeliger y Conde para volver al ruedo electoral, un escenario que no se le resiste desde hace más de diez años, cuando consiguió la primera de sus tres mayorías absolutas en la Comunidad de Madrid.

El premio, nada más y nada menos que un codiciado objeto del deseo de muchos, la Alcaldía madrileña, que Aguirre tiene entre ceja y ceja porque a "la presidenta", como todavía le llaman todos, le parece que ser alcaldesa de su ciudad es el mayor honor que puede tener un político. Y no solo por eso.

Porque el Palacio de Cibeles es todavía para ella una especie de "territorio enemigo" que permanece fuera de su control a pesar de la salida hace ya tres años de su gran "rival" político durante mucho tiempo, Alberto Ruiz-Gallardón, con el que mantuvo sonoros rifirrafes en su etapa como máxima responsable autonómica.

Aguirre no quiere poner una pica en Flandes: quiere una pica en Madrid.