Rodrigo Rato, el político que pudo ser presidente del Gobierno de España y ha sido el español que ha desempeñado el puesto económico más relevante en la esfera internacional, ha sido detenido hoy por supuesto blanqueo de capitales, fraude y alzamiento de bienes.

Atrás quedan los años felices en los que, como director gerente del Fondo Monetario Internacional, organizaba la política monetaria mundial y su triunfal regreso a España para hacerse cargo después de la presidencia de Caja Madrid, la formación de Bankia y su salida a Bolsa.

Ha sido precisamente esta entidad la que le ha puesto en los últimos casi tres años bajo la lupa de la Justicia. Desde hace unos meses Rato ha sentido más cerca que nunca su aliento: tras las tarjetas opacas, la puntilla final a su figura llega por una investigación por supuesto blanqueo tras haberse beneficiado de la amnistía fiscal diseñada por sus propios compañeros de filas.

El escándalo de las "black", desatado el pasado otoño, dejaban muy tocado al que fuera vicepresidente económico del Gobierno de José María Aznar y, aunque el asunto está aún en fase de investigación, sufría su primera condena por parte de la sociedad.

Y es que la ciudadanía no pudo perdonar que, en plena crisis económica, el que fuera ministro de Economía tirara de una tarjeta opaca a Hacienda para desembolsar miles de euros en tiendas de arte sacro, locales de ocio nocturno o en tiendas de bebidas alcohólicas.

A la condena social se le unía la de su propio partido, que durante años le tuvo como el símbolo y adalid de la recuperación económica, y por la que Rato se vio obligado a pedir la suspensión temporal de su militancia.

Las dos penas adquirieron tintes de firmeza hace apenas dos días, cuando se supo que el que fuera máximo dirigente del Fondo Monetario Internacional (FMI) disponía de fondos en el extranjero que regularizó a través de la denominada amnistía fiscal que el Gobierno aprobó en 2012.

Pero no solo eso, sino que también trascendía que tras ello, Hacienda comenzó a investigar un "complejo entramado societario familiar" por un posible delito de blanqueo.

Una segunda denuncia de la Fiscalía, esta vez de Madrid, se sumaba hoy a la que presentó Anticorrupción a principios de año por irregularidades en sus retribuciones mientras presidió Caja Madrid, pendiente aún de admitirse.

En esta ocasión, el Ministerio Público le ha denunciado ante los indicios que ha recabado en los últimos días de que Rato ha podido cometer delitos de fraude, blanqueo de capitales y alzamiento de bienes.

Y ha sido el titular del Juzgado de Instrucción número 35 de Madrid, Enrique de la Hoz, en funciones de guardia, el que ha tenido que firmar su detención tras haber ampliado la orden de entrada y registro en el domicilio habitual del exbanquero, situado en el barrio de Salamanca de Madrid, a su oficina.

A la espera de saber cómo concluye este último episodio, la imagen de Rodrigo Rato escoltado por agentes de la Policía difícilmente se irá de la retina de los ciudadanos, que ya no le recordarán por ser aquel negociador hábil, político de raza y de oratoria brillante y fina ironía que en ocasiones pudo tumbar al más avezado interlocutor.

Rato ha puesto fin así a aquella etapa dorada en la que cambió las riendas de la economía española por la mundial desde el FMI, para hacerse después, en 2010, con las de en aquel entonces cuarta entidad financiera del país, Caja Madrid.

Nacido en Madrid el 18 de marzo de 1949 en el seno de una familia de reconocida tradición empresarial, licenciado en Derecho y en Administración de Empresas por la Universidad de California (Berkeley), antes de incorporarse a la política fue consejero de las empresas familiares.

En 1979 comenzó su trayectoria política en Alianza Popular (AP), aunque adquirió su mayor protagonismo cuando fue elegido para dirigir la política económica del Gobierno en 1996.

Siete años después, en septiembre de 2003, compitió con Rajoy para ser candidato a la presidencia de Gobierno, pero finalmente fue designado el actual presidente del Gobierno.

Perdida esta batalla, Rato saltó al exterior como director gerente del FMI, cargo que asumió en 2004, y desde el que impulsó un cambio en la forma de distribuir el poder entre los países miembros, lo que supuso el mayor plan de reforma desde la fundación del organismo.

Sin embargo, en junio de 2007 anunció su decisión de abandonar su cargo por motivos personales, lo que desató especulaciones sobre su regreso a la vida política española.

No obstante, pronto dejó claro que no iba a formar parte de las listas del PP para las elecciones generales y que retomaba su actividad profesional privada en entidades como el Santander y Lazard, banco que también le ha costado algún que otro disgusto dentro del "caso Bankia" que investiga la Audiencia Nacional cuyo desenlace está aún por llegar.