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Fulgor y caída de un símbolo

El exvicepresidente del Gobierno y exgerente del FMI compaginó cargos políticos y negocios familiares

­Rodrigo Rato Figaredo, imputado por la gestión de Caja Madrid y Bankia entre 2010 y 2012 y también en el escándalo por el supuesto uso de tarjetas de crédito opacas al Fisco, llegó a la jefatura del cuarto mayor grupo financiero español sin experiencia en la gestión bancaria. Esta carencia de conocimientos directos como ejecutivo o consejero de bancos (por más que durante 2007-2010 hubiese sido asesor de Lazard, Santander y La Caixa) no supone ausencia de antecedentes. En realidad, Rato está cargado de ellos.Sus dos apellidos paternos (Rato y Rodríguez San Pedro) y los dos maternos (Figaredo y Sela) están unidos al devenir de la historia bancaria asturiana y española desde el siglo XIX.

Tras concluir sus estudios en Derecho, Rodrigo cursó un máster de dirección de empresas en Berkeley (EE UU). Su máxima aspiración en la vida era dedicarse a la interpretación teatral y a la dirección cinematográfica. Pero aquellos anhelos se los cercenaron sus padres cuando regresó a España, en 1974. Su madre le exigió que eliminase la melena y la barba con la que retornó a casa tras su paso por los campus contestatarios californianos y el padre le trazó el destino. Decidió que se ganase la vida en las empresas de la familia (caso del consejo de Agua de Fuensanta) mientras lo introducía en los movimientos políticos que iban a confluir en el nacimiento de Alianza Popular (actual PP). El viejo Rato decidió que el menor de sus hijos debía ser ministro de España.

En esta época, Rodrigo viajaba de Madrid a Asturias en un descapotable y alternaba las empresas con los cenáculos políticos. Con la democracia, Ramón Rato acrecentó la presión sobre Fraga para que reclutara a su hijo menor en las listas electorales. Hay testigos de reuniones en Navia, Gijón, Madrid.... en las que Ramón Rato trató de persuadir al gran «patrón» de la derecha española sobre las virtudes políticas de su vástago.

La derrota de AP fue enorme. En las siguientes elecciones, las de octubre de 1982, AP cosechó otro revés, pero Rodrigo Rato, en medio de la derrota, salió triunfante como diputado cunero por Cádiz.

Rato siguió perteneciendo a consejos de empresas agroalimentarias, radiofónicas, inmobiliarias, constructoras, de viajes y otras, todas ellas propiedad de su padre, pero cada vez más la política lo fue absorbiendo. Se fue integrando en un subgrupo de nuevos valores de la derecha que conformaron lo que se dio en llamar el club de los «jóvenes cachorros». Fue ahí donde conoció e intimó con el joven inspector de Hacienda José María Aznar.

La entronización de quien era presidente de Castilla y León como jefe de AP en 1990 supuso el espaldarazo definitivo a Rato. Por sus negocios en Cataluña, los Rato tenían buenos contactos en el nacionalismo catalán y Aznar lo puso al frente de las conversaciones con los catalanistas y con los nacionalistas vascos. La economía española e internacional llevaba unos años (desde 1994) recuperándose de forma gradual de la recesión de 1992-1993, que había interrumpido el intenso crecimiento vivido entre 1985 y mediados de 1992.

Fue en este contexto durante los ocho años (1996-2004) de Rato y Aznar y los cuatro de la primera legislatura del socialista Zapatero(2004-2008) cuando España protagonizó un alto crecimiento del PIB y del empleo y se instauró la etiqueta del «milagro español» , un modelo de crecimiento raudo y desequilibrado que sucumbió a la crisis de 2008. Rato vivió entre 1996 y 2004 la etapa más estelar de su vida. El descarte de Rato como sucesor y la derrota electoral de Rajoy y del PP en 2004 convirtieron a Rato en mero diputado de la oposición. Su situación era incómoda para él y para Rajoy, que no contaba con sus servicios. Las gestiones del Gobierno de Zapatero en Europa y de Aznar en EE UU hicieron posible que Rato se convirtiera en el primer español en asumir la dirección del FMI. Su declive empezó entonces. La prensa económica de EE UU fue muy crítica con la gestión de Rato y con lo que consideraba una escasa dedicación al cargo.

En agosto de 2007, tres meses antes de abandonar Washington, Rato había dicho en Brasil que la economía se enfrentaba a turbulencias «manejables» y que los fundamentos seguían siendo sólidos. Tampoco él vio lo que venía (la mayor crisis internacional desde la Gran Depresión) y eso fue una de las graves críticas que el FMI hizo a su gestión en un informe difundido en febrero de 2011. Rato encontró acomodo y unos contratos bien remunerados en España gracias al Santander, La Caixa, Unespa y Lazard.

La decisión del Partido Popular de Madrid de poner fin al mandato de Miguel Blesa en Caja Madrid le hizo ver la posibilidad de convertirse en banquero. Rajoy impuso orden y en enero del año 2010 Rato llegó a la presidencia de la segunda mayor caja de ahorros. Heredó una gestión calamitosa de Blesa. Forzado por la pérdida de confianza del Gobierno del PP, dimitió el 9 de mayo de 2012. Bankia fue intervenida y rescatada. Costó más de 22.000 millones de euros.

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