Existe un dolor que el paso del tiempo no ha podido curar. Durante los últimos siete años, los familiares de los 154 pasajeros que fallecieron el 20 de agosto de 2008 en vuelo JK5022 y los 18 supervivientes de la tragedia, han pedido respuestas. ¿Por qué? "No tendremos paz si no hay justicia", aseguró ayer Alejandro Diepa León en una protesta unánime en el primer día actos con motivo del séptimo aniversario del accidente de Spanair.

El tiempo no ha podido aliviar el dolor. Así lo explica Federico Sosa al asistir en Ojos de Garza al primero de los dos actos con ofrenda floral que se realizó ayer. Hace siete años perdió a su familia. Su hermana, su cuñado y sus dos hijos pequeños despegaron de Barajas en el vuelo con destino a Gran Canaria. "El dolor sigue presente", insiste junto al monumento erigido en recuerdo de las víctimas. "Es una herida que está ahí y que supura", describe antes de señalar la angustia que acompaña a esta fecha. "Es muy duro estar en el lugar en el que debían haber aterrizado los nuestros y al que nunca llegaron y lo que no estamos dispuestos a asumir es que no lo hicieron por culpa de los pilotos", asegura.

La Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil (Ciaiac) concluyó, en el informe presentado en julio de 2011, que la tripulación no había configurado correctamente el avión para el despegue y, por ello, no desplegó los flaps. En septiembre de 2012, la Audiencia Provincia de Madrid archivó la causa penal al considerar que la responsabilidad no era imputable a los técnicos. El caso se encuentra ahora en estudio en Estrasburgo, en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Sin responsables por la muerte de 154 pasajeros, por las secuelas de los 18 supervivientes del accidente de Barajas y sin ningún tipo de respuesta ante el dolor de cientos de familiares, la última estocada, según apuntan estos, llegó desde un juzgado de la madrileña Plaza de Castilla que ha aceptado que el baremo para las indemnizaciones responda al que se aplica en los accidentes de tráfico.

Ayer los recuerdos, tanto en el acto de Ojos de Garza como en el Jardín de los Ausentes del Parque de las Mimosas, en Ingenio, trasladaron a los afectados al infierno de Ifema, donde, tras horas sin respuestas, encontraron a sus familiares fallecidos. Ahí comenzó una odisea judicial. Hoy la mitad de las familias permanece a la espera de cobrar las indemnizaciones. Una parte ha aceptado las cantidades ofrecidas hartos de litigios.

El resto sigue en la batalla. "Queremos que se vuelva a abrir la causa penal y queremos que se haga justicia para poder descansar con el pensamiento de que nuestros familiares no han muerto en balde", apunta Ángeles Piretti, tesorera de la asociación que perdió a su única hija, María Eugenia Núñez Piretti, y a su nieto, "que acababa de cumplir dos años", explica.

Pero, estos señalan que tras siete años de lucha, no solo tienen la sensación de que sus gritos se ahogan en el desierto sino que se encuentran atrapados un bucle. "Cada año se repite la misma historia. Volvemos aquí, denunciamos la injusticia y pedimos responsabilidades pero pasa el tiempo y no llega ninguna respuesta", lamenta Federico Sosa. "Esperemos que en algún día podamos tener la verdad de lo que ocurrió", añade.

Por eso, Justicia es una palabra que las víctimas y familiares pronuncian con hartazgo, como un engaño vil. "Nos creemos que vivimos en un país en el que se garantiza el significado de esta palabra tan grandilocuente pero no la vemos. Yo solo siento un vacío enorme que es cada día mayor", argumenta Alejandro Diepa León, que no duda en señalar que se siente una víctima de segunda clase. Su hermana Mónica, una joven de 27 años, tuvo la desgracia de comprar un billete para el fatídico vuelo. Sus padres piensan igual y Alejandro asegura que la mayoría de afectados por la catástrofe se expresa en los mismos términos. "Nos sentimos abandonados por la justicia porque cada vez que recurrimos a ella nos da con la puerta en las narices. Aquí priman los intereses y el inocente es el que siempre pierde", denunció Ángeles Piretti. Esta representantes de la asociación fue la responsable del leer el manifiesto tras la ofrenda floral de Ojos de Garza. En la misma declamó: "La Justicia es ciega para las víctimas pero no lo es para garantiza la impunidad de los verdugos, la actuación de la Ciaiac, que oculta la verdad de los accidentes aéreos, y con la compañía aseguradora que dedica infinitos recursos a ofender nuestra condición de honestos ciudadanos con propuestas que solo tienen un beneficiario, su cuenta de resultados".

Mientras, la mirada de Alejandro Diepa se pierde en el cielo al despegar un avión. "Cada pasajero de ese aparato cree que sus derechos están garantizados pero, ¿lo están?" se pregunta antes de confesar: "Miro a los aviones y no puedo evitar pensar que el destino de esos pasajeros puede ser el mismo que llevaba mi hermana o el de la niña que se sentó a su lado".