En menos de dos décadas (a partir de los años 60), el empresario jerezano José María Ruiz-Mateos, fallecido este lunes, fue capaz de levantar un imperio (Rumasa) que llegó a contar con 60.000 trabajadores directos, 18 bancos y 670 sociedades, de las que 300 estaban activas y que operaban en una gran diversidad de sectores tanto en España como en el exterior. En 1982 (su último ejercicio completo) el grupo facturó (en pesetas de entonces) el equivalente a 2.103 millones de euros.

Sin embargo, para Ruiz-Mateos las cosas se truncaron cuando el 23 de febrero de 1983 el Gobierno procedió a la expropiación del imperio. A partir de este momento, se inicia una larga lucha judicial y personal entre Ruiz-Mateos y el Gobierno, con episodios rocambolescos, como el famoso puñetazo a Miguel Boyer en mayo de 1989, ministro de Hacienda en esa época. El incidente, con la famosa frase del empresario 'te pego, leche', se produjo a la salida del juzgado de instrucción número 7 de Madrid.

Ruiz-Mateos, que presentó una demanda que no fructificó contra el Gobierno solicitando una indemnización, estuvo encarcelado, tras una condena por evasión de divisas, fraude y apropiación indebida.

Después de su paso por la cárcel, Ruiz-Mateos volvió a la vida pública, se convirtió en propietario del Rayo Vallecano (1991) y constituyó un partido político (Agrupación Ruiz-Mateos), con el que fue elegido diputado al Parlamento Europeo.

En 1996, Ruíz-Mateos logró hacer realidad uno de sus sueños: crear Nueva Rumasa. Un nuevo entramado empresarial con aproximadamente 16.000 trabajadores. Sin embargo, poco duró la alegría para el empresario jerezano ya que el 17 de febrero de 2011, diez empresas de Nueva Rumasa (Clesa, Garvey, Hotasa, Dhul, Elgorriaga, Hibramer, Trapa, Quesería Menorquina y Rayo Vallecano) se acogieron al procedimiento especial concursal y Ruiz-Mateos fue denunciado por estafa en la compra de dos hoteles en Mallorca.

Según la Audiencia Nacional, la familia Ruiz-Mateos había utilizado el dinero de Nueva Rumasa para capitalizar sus sociedades patrimoniales, que son las que les permiten mantener su "alto nivel de vida".