El barómetro sociológico que acaba de publicar el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) refleja lo poco que nos gusta salir a los españoles de nuestra zona de confort. Acorralado por los casos de corrupción y con mejorías en la economía doméstica aún poco perceptibles para la ciudadanía, sube en intención de voto el Partido Popular; con un líder todavía poco consistente y al que comienzan a abrírsele grietas en las baronías, crece el PSOE de Pedro Sánchez; Pablo Iglesias podrá haber batido el récord de audiencia de programas de televisión, pero Podemos cae a su mínimo histórico desde su sorprendente irrupción en la europeas.

El único candidato disruptivo que refleja el CIS es Albert Rivera, un hombre en apariencia moderado, poco apegado a la algarabía, sin sospechas de querer rodear el Congreso. Un buen yerno. El líder de Ciudadanos es capaz de devorar a Iglesias en un cara a cara con Évole y de convertir a su formación en tercera fuerza política. Sin embargo, los encuestados del barómetro muestran un extraño apego a las tradiciones y a lo malo conocido y un miedo atávico a lo bueno por conocer. Podemos cae. El partido anti casta actúa fuera de Madrid como cualquier otra formación, con sus luchas de familias y sus pucherazos. Iglesias es otro tipo de yerno, buen chico, pero la suegra siempre pensará que no es el mejor partido para su hija.

Lo que nos indica el CIS puede representar la temperatura electoral con que los partidos se presentan a las generales, pero lo que de verdad va a permitir es conocer cómo se sustanciarán los pactos en cada autonomía para acudir a esa misma cita. Es muy probable que PSOE y Ciudadanos lleguen a una entente cordial para no orinar en territorio ajeno si el debate se produce en Andalucía, pero parece obvio que el partido de Rivera y el PP medirán mucho sus discursos en la Comunidad de Madrid para no horadar la gobernabilidad de Ana Cifuentes en esa autonomía. Izquierda Unida, a quien el CIS convierte en una opción residual, ya está pensando si acudir a las elecciones con Podemos y los nacionalistas en la Comunidad Valenciana. Como refleja el barómetro, la coalición de izquierdas está obligada a pactar si no quiere que los próximos comicios representen su sentencia de muerte.

Dos meses antes de las elecciones, la encuesta convierte la próxima cita con las urnas en otro duelo entre los dos grandes partidos. De los disruptivos dependerá si España se queda en la zona de confort o pasa de la noche al día a convertirse en el país rebelde que en realidad no es.