Mariano Rajoy no tenía otra salida. A una investidura uno se presenta para ganar. No para ser el muñeco del pim pam pum. En una situación de completa inestabilidad parlamentaria con numerosos grupos políticos de su padre y de su madre un político puede ir a un debate de investidura sin tener amarrados los apoyos suficientes para salir elegido presidente. Pero nunca con el rechazo de la mayoría absoluta del parlamento.

La política, aunque algunos de nuestros representantes lo disimulen mucho, es algo serio. Por el despacho del Rey ya pasaron los portavoces de todos los grupos políticos. Hasta los más pequeños que no tienen derecho a grupo parlamentario. Y solo quedó clara una cosa. Que Mariano Rajoy no podría salir elegido presidente. Al menos a esta altura de la partida. Porque en esto de la política nunca se sabe y las cosas dan muchas vueltas como se acaba de ver en Cataluña. La mayoría absoluta del Parlamento había dado un no rotundo a Rajoy. Al presidente del Gobierno no le quedaba otra. Dar un paso atrás. Esperar a que Sánchez fracase. Y confiar en una nueva oportunidad más adelante.

Los tiempos políticos van tan rápido que probablemente dentro de unas semanas nadie se acuerde de Rajoy. Pero también parecía increíble que el PP presentase a Mariano Rajoy de candidato por tercera vez tras haberse estrellado dos veces contra Zapatero.

El presidente del Gobierno lo tiene hoy más difícil que ayer para continuar en La Moncloa, pero menos que si hubiese recibido una soberana paliza en un debate de investidura.