El Obispado de Astorga, a instancias de la Santa Sede, ha apartado del oficio de párroco al sacerdote leonés José Manuel Ramos Gordón por abusar sexualmente de "al menos" dos menores durante el curso 1988-1989, siendo profesor en el Seminario Menor de La Bañeza, en la provincia de León. El actual delegado de Patrimonio Cultural del Obispado de Astorga que fue párroco de Tábara, en Zamora, y otros pueblos de esta comarca durante 26 años, permanece así apartado de las parroquias desde el 1 de julio de 2016.

El de Ramos Gordón es el primer caso de pederastia verificado, reconocido y castigado por la Iglesia católica „a través de la Santa Sede„ que trasciende en la Comunidad de Castilla y León, tal y como informa LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA. Una acusación admitida por el propio religioso durante el proceso canónico penal abierto por El Vaticano y que ha instruido el Obispado de Astorga, nombrando instructor del procedimiento al vicario judicial, Julio Alonso.

Un decreto firmado por el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, con fecha de 6 de mayo de 2016, acuerda la "privación del oficio de párroco durante un periodo no inferior a un año, en el que tendrá un seguimiento tutelado por un sacerdote, realizará ejercicios espirituales de mes y desarrollará labores asistenciales a favor de los sacerdotes ancianos e impedidos, así como otras tareas caritativas". Las medidas entraron en vigor a partir del 1 de julio de 2016.

El procedimiento administrativo penal ha sido instruido por la Diócesis de Astorga durante el año 2015, a raíz de la denuncia realizada por F. L., exseminarista, en una carta dirigida al papa Francisco en noviembre de 2014, contra José Manuel Ramos Gordón, con la acusación de abusos sexuales perpetrados por este sacerdote contra el denunciante y "algunos alumnos más" del Seminario Menor de La Bañeza durante el curso 1988-89, cuando estudiaban 8º de EGB. El abusador se ha manifestado "arrepentido" y el propio obispo de Astorga, por carta, ha pedido "humildemente perdón" a la víctima en nombre de la Iglesia, a la vez que expresaba su "profundo dolor" por hechos "tan deplorables y que han causado tanto sufrimiento a usted y a otros alumnos de nuestro Seminario Menor".

La salida a la luz de un escándalo de pederastia en Granada „el llamado "caso Romanones" en el que está procesado un sacerdote acusado de abusar sexualmente de un menor de edad desde 2004, cuando tenía 14 años„ fue el detonante de la denuncia. "Los últimos acontecimientos me han hecho revivir mi experiencia y heridas que pensaba habían cicatrizado" confiesa F. L. en la carta al Pontífice. Y no solo relata los abusos sexuales, también el encubrimiento de los hechos por parte de otros sacerdotes y las represalias que tanto él como su hermano sufrieron a raíz de contar estos hechos al entonces rector de La Bañeza, Gregorio Rodríguez. "Ha llegado el momento de decirlo porque lo que nos hicieron nos marcó y esos estigmas estarán ahí siempre".

"Sé muy bien que nada en este mundo podrá superar suficientemente el daño causado" admite el obispo Juan Antonio Menéndez en la carta a la víctima, que 28 años después sufre importantes secuelas psicológicas por las vejaciones sufridas y para quién la pena impuesta al pederasta "es ridícula".

"Le pido humildemente perdón en nombre de la Iglesia, a la que represento, y me pongo a disposición para ayudarle a usted y a su familia en lo que necesiten. Si usted lo tiene a bien, puede visitarme en el Obispado de Astorga. Estaré gustoso de recibirle y de expresarle en persona la solicitud de Nuestra Santa Madre Iglesia por todos sus hijos", expresa el obispo.

Ofrecimientos insuficientes para quien sostiene que frente a ese año de "inhabilitación" para ser párroco impuesto por la Santa Sede, nos encontramos ante unos "hechos aberrantes" y conductas "muy graves, constitutivas de delitos condenados con penas de cárcel". Penas que nunca cumplirá el abusador al tratarse de unos hechos prescritos, según la justicia ordinaria, lo que impide la persecución judicial.

En esa primera carta al pontífice, la víctima relata cómo los gemelos y otros dos amigos por la noche recibían la "visita" del profesor para ser sometidos a tocamientos y otras vejaciones. "Cuando por fin terminaba se marchaba como había venido, en el más completo de los silencios, y tú permanecías allí, roto, lleno de miedo, llorando, intentando comprender y con la triste esperanza de que la siguiente noche, quizás, no iría a por ti"."Los abusos por parte del D. José Manuel continuaban"

relata F. L.. Fue entonces cuando dos de los chavales vejados, el hermano del denunciante y otro, decidieron contar estos hechos al rector del Seminario con la esperanza de que "sería el fin de aquel calvario". Pero no recibieron más respuesta que silencio y castigos. "Esto condicionó mi futuro. Me robaron mi infancia, mi ilusión, mi inocencia", confiesa con amargura el ex seminarista.