El Medio Maratón de Valencia del pasado domingo nos confirmó una tesis que veníamos intuyendo en el último año. El aumento de participantes en las carreras de larga distancia ha traído consigo el incremento exponencial de corredores que no se las preparan de manera suficiente.

Se ha convertido en habitual ver a muchos participantes andando en los últimos kilómetros de las pruebas, número que se dispara en las maratones. El pasado año en el Maratón de Donosti nos sorprendió el gran número de personas que finalizaban su reto en esta situación. Nos comenta un amigo que en París, uno de los maratones más importantes de Europa, los «runners» que caminaban llegaron a dificultar el paso, convirtiéndose en una verdadera carrera de obstáculos para los que iban corriendo, aunque fuera a siete minutos el kilómetro.

El maratón hay que ganárselo. Es cierto que puede haber un desfallecimiento o una lesión por habernos excedido en nuestras pretensiones. Pero en ese caso lo mejor es retirarse y no completar tres o cuatro kilómetros andando. Podemos probar en otra ocasión. El maratón se debe correr.

El aficionado que quiera enfrentarse a esta mítica prueba debe saber que es necesario plantear un entrenamiento serio de unos cuatro meses, como mínimo. Si es novato, el tiempo de preparación debe ser superior.

Esa es la gracia y el misticismo que envuelve el maratón. Un duro trabajo para disfrutar y obtener la recompensa el último día. Porque loa 42 kilómetros y 195 metros son el fin, pero lo más importante es el camino hasta llegar a ellos.