Lo mejor que tienen los Who, querida mía, es que puedes fiarte de un tipo a quién le molen los Who. Es algo que no pasa con un fan de los Beatles, o de los Rolling Stones, dos de nuestras bandas preferidas pero auténtico refugio de talibanes, mediocres y enterados sin estudios (vamos, como U2 pero en buenos). Si viene una chica (o un chico, o incluso un perro) y te dice que le molan los Who comprenderás que tiene un lado oscuro pero interesante, que tiene un punto inocente pero malsano, que no es cursi, que no le tiene miedo a la carne ni al amor, que tiene algún cadáver familiar conservado en el armario en perfecto estado, que cuando era adolescente tuvo las mismas inseguridades que tú y, de vez en cuando, aún las tiene, que es capaz de destrozar una habitación de hotel y meter su Cadillac en la piscina sin apenas mover el flequillo y que se hará vieja dignamente sin dejar de ser una apisonadora. Pues eso, una persona (o perro) de la que te puedes fíar.

Los Who, casi desde el principio, marcaron distancias con todos los demás grupos. Seguían siendo contemporáneos pero a su manera, y siempre fueron modernos, más allá de cualquier generación y de alguna proclama barata del tipo "prefiero morir antes que hacerme viejo". Todo eso lo hicieron a fuerza de darle una salida creativa más que digna a las cuatro personalidades que formaban la banda, con el inseguro y genial Pete Townshend como cerebro, creador y excelso guitarrista, pero también con la voz y el carisma enorme de Roger Daltrey, la potencia engañosamente desbocada de Keith Moon y la profesionalidad cínica y sobrada de John Entwistle. Los Who nos encantan por lo mismo que nos encanta los Kinks o los Ramones, porque fueron a la suya sólo mirando de reojo alrededor mientras los demás (incluso los que siempre presumieron de estar por encima de ellos ) no tenían más remedio que reconocer que eran buenos, muy buenos, incluso mejores. Los Who cumplen medio siglo de existencia y nosotros lo celebramos esta semana en la Vía Láctea.

El embrión de los Who procede de las primeras incursiones musicales de Pete y John, amigos del colegio que decidieron probar fortuna en varias bandas londinenses de skiffle, como los Confederates, grupo del que formaron parte a finales de los años 50, los Aristocrats o los Scorpions (no, no eran los Scorpions alemanes). A comienzos de la siguiente década conocieron a los Detours, banda liderada por un tal Colin Dawson en la que el guitarrista era un muchacho bajito y con pinta de pegarte una hostia a la barbilla llamado Roger Daltrey. Una noche Roger vio en directo a los Scorpions y se quedó flipado con la manera de tocar el bajo de John Entwistle, así que le invitó a unirse a los Detours. John aceptó y, de paso, recomendó a su amigo Pete como guitarrista rítmico. A Colin Dawson no le debieron gustar mucho los nuevos fichajes porque poco después dejó la banda que lideraba. Daltrey le sustituyó como vocalista, Pete cogió la guitarra principal y en febrero 1964 los Detours cambiaron su nombre por los Who. La idea de la denominación con la que pasaron a la historia se la dio Richard Barnes, futuro escritor, compañero en la Escuela de Arte de Pete Townshend y primer mod que se cruza en el camino de los Who. Apenas un mes después la formación definitiva de la banda se completó cuando el baterista de los Detours, Doug Sandom, abandonó su puesto y le sustituyó un personaje inefable llamado Keith Moon ("Retardado artísticamente. Idiota en otros aspectos", le calificó un simpático profesor cuando el hiperactivo Keith tenía once años), baterista de una banda llamada The Beachcombers especializada en hacer versiones de Cliff Richards y de los Beach Boys (sí, surf en pleno Londres).

Es el año 1964 y la banda, que ya se ha hecho un nombre en la escena rockera londinense gracias a sus directos llenos de potencia, guitarras despedazadas y baterías desconjuntadas, está a punto de encontrarse al segundo mod que les cambiará la vida. Pete Meaden era un "face" bien relacionado, amiguete de Bob Dylan y de Mick Jagger y ayudante de Andrew L. Holdman, primer manager e impulsor de los Rolling Stones. Meaden (autor del aforismo "ser mod es vivir limpiamente bajo circunstancias difíciles", o algo así) convenció a los Who de que el movimiento modernista londinense estaba necesitado de héroes blancos (negros ya tienen unos cuantos), así que les compró ropa extramolante, les volvió a cambiar el nombre (The High Numbers) y les compuso un par de temas (plagios de otros) llenos de referencias a la cultura mod. "I´m the face/Zoot Suit" fue el primer single de los Who (bueno, de los High Numbers), estaba producido por dos señores que serán fundamentales en la evolución artística de la banda (Kit Lambert y Chris Stamp) y no llegó a ningún sitio, pero a ellos les valió para empezar a saber qué es lo que querían y lo que no querían hacer y a nosotros para tener una excusa para el programa de esta semana (recuérdenlo pequeñuelos, vamos a celebrar el medio siglo de historia de los Who).

Si nos escucháis este domingo disfrutaréis de un repaso a un montón de canciones molonoides de una calidad musical acojonante, unas letras más bizarras conforme más mayor se hacía la banda, mucha diversión y mucha personalidad. Además de aquel primer single de los High Numbers, Tendremos kinkescas declaraciones de amor que se convierten en himnos existenciales (I Can´t Explain, con un tal Jimmy Page tocando la guitarra rítmica), electricidad desbocada (Anyway, anyhow, anywhere), ininteligibles rencores adolescentes (Substitute), historias de arañas aplastadas (Boris the Spider) y de hermanos cainitas (Tattoo), reivindicaciones masculinas (I'm a boy), versiones calambreras de los Beach Boys (Barbara Ann) y de los Rolling Stones (Under my thumb), alabanzas a gurus que juegan al pinball (I'm free), rock catártico (Baba O'Riley) y cuadrofénico (The Real Me)... Bueno, seguro que alguna más caerá. Así que no os perdáis el programa de este domingo en la 97.7 que, no sólo es gratis, sino que además soy capaz de ir ahí y haceros un lluglodo.