Hola, soy Clyde III, el orangután y crítico de rock (valga la redundancia) que de vez en cuando reseña discos para La Vía Láctea a cambio de un bocata de atún con olivas y tomate, un plato de cacahuetes de "collaret" y una cerveza. Es bastante más de lo que cobró mi abuelo por actuar en aquellas dos películas de Clint Eastwood, así que no me quejo. Además, me han dado un par de entradas para el concierto de Moonflower de hoy viernes 20 de febrero en la Sala Deluxe Pop Club. Si alguien quiere ver mi pinta de simio-hipster (valga de nuevo la redundancia) ya sabe donde encontrarme? Pero, por favor, si nos cruzamos en el baño no me ofrezcáis nada que no sean cacahuetes, que la última clínica de desintoxicación me ha costado un pastón. Ay, que se me olvidaba, esto es lo que pienso del último disco de Moonflower. Ala, bon profit.

El segundo LP de Moonflower se titula Round Trip y es, efectivamente, un viaje de ida y vuelta a través del tiempo hacia los lugares musicales que compartimos la gran mayoría de los oyentes de La Vía Láctea y que trae de allí aquel legado para recordarlo y actualizarlo. Utilizando las guitarras como vehículo principal encontramos a lo largo del disco momentos de power-pop, folk eléctrico, country, shoegazing, dream pop, indie rock y jazz a través de composiciones hermosas, bien ejecutadas, de melodías fracturadas, de voces cálidas y cercanas envueltas en una producción omnipresente.

El arranque es consistente, sencillo pero efectivo, como el de un buen disco de los New Pornographers. «Entrenamiento para astronautas» presenta unas powerpoperas guitarras muy contundentes pero también coros y armonías vocales: el ADN de Moonflower, brillante también en «La ciencia de la insistencia», con un dúo vocal en clave retro que en su parte final nos transporta al indie de los años 90. En «Tú» el ambiente se sosiega con pasajes de folk eléctrico y un desarrollo concéntrico que nos trae recuerdos a Led Zeppelin o Fairport Convention y que acaba con la magnética voz de María encerrada en una casa de espejos psicodélica y espacial donde se adivina un sincero homenaje a los Beatles. Mi favorita del disco junto a «Puente memorial», que recorre parajes sónicos similares con una mandolina (o algo que se le parece mucho) de campanillas, una fenomenal dosis de épica y un final macizo y exuberante que trae a primer plano la producción densa y compacta, con guitarras apretadas, que invade todo el disco.

El alt-country de «Sobrenatural» transpira tensión, con un fiddle y unas guitarras que avanzan hacia la salida gloriosa que es el estribillo. En «Balance imposible» aparece una constante en el LP: la fractura de melodías y ritmos en la misma canción, esta vez en el marco acústico y melodramático de una composición que se aprovecha de las voces bien empastadas y las armonías etéreas pero contundentes que otorgan a buena parte del disco cierto carácter húmedo y otoñal. En «Amor-dolor» el experimento se vuelve divertimento a través de un desarrollo sin prisa que viaja por texturas variadas y ritmos rotos hasta la abrasión sonora que abriga la sentencia "si es amor, se parece al dolor". Capas de guitarras y efectos acercan el dream-pop y el shoegazing noventero al jazz melancólico de Lluvia, envuelta en un sonido Donosti que, por no ser de allí, está libre de ataduras; igual que ocurre con «Sorry is not the Word» que alarga los ecos de La Buena Vida que recorren buena parte del disco pero también de Mazzy Starr, Galaxie 500 o My Bloody Valentine.

Algo parecido ocurre en «Reflections of the sun», ensoñación repleta de ecos disfrazados de folk vaquero. De nuevo melodía fracturada que deja un sabor agridulce en la canción a medio explotar que es «Come around», con un tratamiento de las guitarras que le da la profundidad de los himnos del indie rock americano de la primera mitad de los 90 pero que muere prematuramente sin darnos todo el placer que se adivina en su parte central. Finalmente, en «A little bit of sun» encontramos el broche final: un coro infantil que echa el cierre con grandilocuencia beatleniana y una coda heredera de los locked grooves tan presentes en la edad de oro de esta música que nos ocupa.