Recientemente ha sido noticia que un tribunal federal de Los Ángeles ha condenado al cantante Robin Thicke y al productor Pharrell Williams a pagar 7,4 millones de dólares a los hijos de Marvin Gaye por plagio. El jurado considera que la canción "Blurred lines", uno de los mayores éxitos musicales de 2013, es copia del éxito Got to give it up, grabado por la leyenda del soul en 1977. El propio Thicke había comentado en alguna entrevista que "Pharrell y yo estábamos en el estudio y yo le dije que una de mis canciones favoritas de todos los tiempos era "Got to give it up". Le dije ‘maldita sea, tenemos que hacer algo como eso, algo con ese groove’. Entonces empezó a tocar aquí y allá y literalmente escribimos la canción en media hora y la grabamos”. En internet se puede encontrar algún Mash Up de las dos canciones (vídeo incluido) y la verdad es que queda la mar de aparente:

Lo que le ha pasado a Robin Thicke y Pharrell Williams con los hijos del gran Marvin Gaye es de todo menos nuevo. Esta semana vamos a mostraros unos cuantos ejemplos de plagio, parecido razonable, casualidad musical o inspiración sin acreditar. Sobra decir que para escribir este blog y hacer el programa del domingo a la medianoche en la 97.7 vamos a plagiar otros artículos, blogs y programas que han tratado el mismo tema. Y es que, como dejó escrito Josep Pla en sus “Notes Disperses”, “para plagiar es necesario tener mucha lectura, mucha memoria, se ha de saber dónde están las cosas. Porque tuvieron toda la lectura que en su tiempo era posible, los autores antiguos, los medievales, los renacentistas, los de la primera modernidad, plagiaron tanto. Ahora todo el mundo es original, porque no saben nada de nada.”

Empezamos con un clásico del plagio musical, quizá el más famoso de la historia del rock, no sólo por la evidencia inspirativa sino por el proceso judicial subsiguiente, proceso en el que adquiere especial protagonismo el nefasto Allen Klein, manager de los primeros Rolling Stones (no tardará mucho en volver a aparecer por este mismo blog) y de los últimos Beatles. Resulta que George Harrison graba un disco enorme —“All things must pass”, con el loquísimo Phil Spector como productor— y en él incluye una canción de fervor religioso pop llamada “My sweet Lord”. Una preciosidad a la que quizá habría que achacarle su evidente parecido a un tema compuesto por Ronnie Mack poco antes de morir, y popularizado por las Chiffons en 1962 llamado “He’s so fine”. La editora propietaria del tema sesentero llevó a Harrison a los tribunales, y tras varios años de análisis, sentencias y alegaciones, el exbeatle fue condenado a pagar 1.599.987 dólares por plagio inconsciente. Y aquí viene lo (aún) más gordo del asunto. El dinero de la condena no lo recibió la editora que había llevado a juicio a George sino un viejo conocido. Allen Klein -que durante el proceso judicial siguió siendo mánager del artista y por lo tanto conocía de cerca las pruebas periciales practicadas y cómo iba avanzando el juicio-, había comprado a espaldas de su representado los derechos de "He’s so fine”, con lo que acabó llevándose la importante “morterá” que le tocó apoquinar al bueno de Harrison.

Como decíamos ayer, no es la primera vez que el nombre de Allen Klein y su colmillo retorcido aparecen en la historia del plagio rockandrollero. No sé si os suena unos tales Mick Jagger y Keith Richards, chavales de bien que han compuesta unas cuantas muy buenas canciones. Pues bien, los derechos de las que hicieron hasta 1970 se los quedó su entonces mánager y reconocido tahúr hideputa Allen Klein, entre ellas una que se llamaba “The last time”. Allá por la década de los noventa el líder de una banda llamada The Verve, Richard Ashcroft, compra los derechos para utilizar cinco notas de aquella canción en una composición gloriosa que recibió el título de “Bittersweat Shymphony”. Hasta ahí todo normal, pero una vez publicada la tal sinfonía agridulce, Klein (recuerden, queridos lectores, su colmillo retorcido) ve que The Verve le han cogido bastantes más de las cinco notas que les había vendido de aquella canción que ÉL no compuso. Ashcroft no es hombre de líos y acepta compartir los derechos de su tema. Pero la cosa se complica aún más cuando aparece en escena el primer mánager de los Rolling, otro avezado vampirizador de talentos llamado Andrew Loog Oldham, proclamando que la composición es de Jagger y Richards pero el riff que ha utilizado The Verve para su tema es el que hizo él cuando publicó la versión instrumental del tema. En fin, un lío en el que los únicos que salieron perdiendo fueron The Verve.

Y hablando de colmillos retorcidos. Ya sabéis que en La Vía Láctea le tenemos un cariño especial a Chuck Berry, no sólo porque consideramos sus canciones una piedra angular del rock’n’roll, sino porque nos parece uno de los tipos más insanamente molones del mundo del espectáculo. Su eterna cara de viejo, su proverbial racanería, haberle pegado un puñetazo en la cara a Keith Richards, su manía de cruzar la frontera del estado con chicas lo suficientemente jóvenes para que te mire mal el sheriff más siniestro, hacen de él un personaje digno de la novela pulp más barata. Todo lo contrario (aparentemente) que los Beach Boys anteriores a la etapa "Charles Manson es mi colega porque me trae jipiosas samaritanas del amor". En 1963 Brian Wilson compone “Surfin’ USA”, temazo imprescindible que a primera vista (y a segunda y a tercera) se parece mucho al “Sweet little sixteen” de Mr. Berry. Por supuesto, al viejo Chuck el parecido melódico no se le pasa desapercibido y enseguida contacta con Murry Wilson, a la sazón padre del 60 % de los Beach Boys y mánager de la banda, para decirle: “oye, que tu hijo me ha copiado. O me acreditas o te la monto”. Murry, que era un pusilánime e igual de vil que cualquier mánager que se precie aunque sea de sus propios hijos, acepta la cesión de derechos de la canción, incluyendo la letra, que no tiene nada que ver con la original, la cual cosa cabrea a Brian sobremanera.

Corría el año 1992 cuando unos chavales comandados por un tío con media cara así pero que no es Sylvester Stallone sacan su primer disco en lo llaman “Pablo Honey”. Efectivamente, estamos hablando de Radiohead. Como single principal publican un tema en plan bonito -efectivamente, “Creep”- que ellos, como son unos listos, no tardan en odiar con todas sus fuerzas. Pero esa es otra historia. Lo que nos importa a nosotros es que unos veinte años antes de “Creep” había una banda que había sido en los sesenta una de las mejores de aquello que se llamó sonido Mersey pero en los 70 ya iban hacia una cosa más alopécica y Radio 80 Serie Oro. De aquella segunda época de The Hollies es “The Air That I Breathe”, canción que la primera vez que escuchas ya te suena y que a la tercera dices que es “Creep” pero que ha envejecido raro. De todas formas, la canción no es composición de los Hollies, sino del gibraltareño Albert Hammond, padre del de los Strokes, que no tardó en exigir derechos de autor y tal y cual.

El que parece que no ha visto una "aguileta" pese a haber sufrido descarado plagio ha sido Etienne Daho, cantante francés de origen árabe que a mediados de los ochenta grabó una canción llamada "Promises". El tema pasó bastante desapercibido entre otros singles que traía el álbum "La notte, la notte" excepto para unos chavales de Granada llamados Los Planetas. Estos sacaron en 1998 un disco hiperbólico llamado "Una semana en el motor de un autobús" en el que incluyeron una canción no menos hiperbólica llamada "Segundo Premio". Fantástica, brutal, estremecedora, copiada de aquella del franchute Daho. El propio Floren, guitarrista planetario, acabó reconociendo en alguna entrevista que sí, que habían hecho un "pequeño homenaje" a aquella canción ochentera. Aún recuerdo aquel FIB cuando Los Planetas atacaron con su tema y se asomó una pancarta entre el público que rezaba "Etienne Daho: Primer Premio".

En el mundo del plagio hay dos figuras sobresalientes, dos rapiñaires de raza, dos ladrones de guante negro: Jimmy Page, el de los Led Zeppelin, y Noel Gallagher, el de Oasis. El primero tenía por costumbre coger viejos temas blues, modificar algo el fraseo, cambiarles el título y ponerlos a su nombre (sí, más o menos lo que también hicieron los Rolling Stones un par de veces). Pero no conforme con rapiñar a esos viejos señores del Mississippi a los que la Gran Bretaña les pillaba algo lejos, Page también "rindió pequeños homenajes" (usemos la terminología planetaria) a contemporáneos suyos como Eddie Cochran, Spirit, Chocolate Watch Band o Little Richard. En el caso de Noel Gallagher, sus objetivos buitrescos rondan peña festiva como Gary Glitter, los New Seekers, T. Rex, Tommy Tucker o Stevie Wonder. De este último, y de una de sus canciones más conocidas de la década de los 60, "Uptight", se acordaron los Oasis cuando compusieron una canción llamada "Step Out", con la que pretendía abrir su segundo LP: "What's the story? Morning glory". De hecho, lo abrió aunque sólo en la edición origina ya que después de que Stevie se percatara de la "inspiración" y les exigiera los correspondientes derechos, la banda británica decidió retirarla del mercado.

Bueno amigos, aquí tenéis unos cuantos ejemplos de latrocinio, acreditado o no, en el mundo del rock. El domingo a las doce de la noche en la 97.7 podréis escuchar todos estos y algunos más. Si acaso, no busquéis en google las palabras "plagio" y "jot down", ni blogs como "razonablemente parecidos" ni webs como www.similarrock.com a los que en ningún caso hemos plagiado. Cualquier parecido con las susodichas es pura casualidad.