A finales del siglo XIX, entre la burguesía valenciana y el poder político domaron la esencia rebelde de las Fallas. Sustituyeron la falla política por otra más laudatoria e inofensiva. Los humildes trastos vells con que empezaron a levantarse los monumentos de Sant Josep dejaban paso a la falla artística de exquisitos ninots profesionales. La estética eclipsaba a la sátira y amordazaba a la crítica. La fiesta se folclorizaba al máximo, con excesos como el de la indumentaria rococó de las falleras. Y el valenciano, lingua franca de la fiesta desde sus orígenes, iba siendo sustituido por el castellano.

Pero en todo aquel proceso de transformación fallera que se fraguó en la primera mitad del siglo XX —coincidiendo con la consolidación y expansión de la fiesta e impulsado por el franquismo—, hubo una estaca mítica a la que agarrarse para no naufragar en la despersonalización absoluta: la revista Pensat i Fet, fundada en 1912 y cuyo centenario se celebra este año con un homenaje inmejorable. La publicación fallera, que ha pasado a la historia como reducto de resistencia lingüística y del valencianismo bajo la represión cultural franquista, será el tema central de la falla grande del Ayuntamiento de Valencia.

El homenaje a Pensat i Fet no se completará estas Fallas con el número especial del centenario ni la exposición que había previsto el actual propietario de la cabecera, el editor y presidente de Acció Cultural del País Valencià, Eliseu Climent. No hay dinero para ello. Sin embargo, la empresa valenciana Faximil Edicions Digitals ha reunido en un DVD la colección completa de la revista desde 1912 hasta su cierre en 1972. En su página web (www.numerossueltos.com) y en las principales librerías de Valencia, las 2.400 páginas del Pensat i Fet se venden a 20 euros. Las precede, además, un riguroso estudio a cargo del equipo académico de l´Associació d´Estudis Fallers, que radiografía la evolución de una revista que «contribuyó de una manera decisiva —afirman— a involucrar el mundo intelectual valenciano y del valencianismo en la exaltación, difusión y promoción de las Fallas», y que al tiempo, supo conjugar la orientación culta y popular, así como mezclar los ingredientes de humor, fallas, cultura y sátira, para hacer una «defensa de la dignidad del valenciano» y dar «un tratamiento integral de la fiesta fallera».

La aventura de aquella revista que en los años veinte llegó a los 20.000 ejemplares; que en 1945 optó por publicarse en verso toda ella para desafiar la prohibición franquista de incluir prosa en valenciano; que en 1946 prefirió no salir a los quioscos antes que aparecer con algunos textos en castellano; o que supo aglutinar en sus páginas desde Joan Fuster y Carles Salvador hasta Xavier Casp y Miquel Adlert; ésa aventura comenzó el 24 de abril de 1904. Aquel día se formó el grupo Pensat i Fet como peña de amigos, y en 1910 se formalizó como agrupación con unas declaraciones de intenciones claras que conjugaban la defensa patriótica y fallera con un valencianismo que aúnara la cultura y el espíritu popular, y con un «humorisme sa i sanser; eixe humorisme saririch y valent que repta sense ofendre, que critica sinse humillar». Dos años después, la agrupación decidía editar un «folleto», como lo nombraron ellos, que será el primer número de la revista Pensat i Fet. La revista fue un éxito. Reproducía los bocetos de las fallas de ese año, recogía abundantes colaboraciones literarias de intelectuales valencianos, y exhibía el que será su rasgo más identificativo: la defensa del valenciano.

Primero, por ser una revista monolingüe exclusivamente escrita en la lengua propia.

Segundo, por destacar la actitud de aquellos valencianos con proyección internacional y prestigio social que se mantenían fieles a su lengua, como el pintor Lluís Felip Usabal, que desde Nueva York llamaba «tontos i coents» a los valencianos que olvidaban su lengua materna al emigrar a Castilla, o del pianista Josep Iturbi, que triunfó en las películas musicales de Hollywood en los años cuarenta sin abandonar el valenciano de su habla común.

Tercero, con la denuncia —encubierta de burla y sátira, especialmente desde los años cuarenta— de aquellos valencianos que se pasaban al castellano. Los ejemplos se encuentran a docenas. En los Bunyols quadrats de 1942, se condena: «Com vols ser tan elegant / ens parles d´una manera / que dins, fora i allà on vas / te prenen per forastera». En 1952, un texto de Salvador Verdeguer advierte a las falleras de que «és una cursileria molt absurda anar vestides de llauradores valencianes, i no parlar en l´idioma que fan per costum: el valencià». Y en el último número de la revista, de 1972, se insiste a los desertores lingüísticos que «del valencià que el malparla / per creure-lo poc "siñor" / es diu que el seu fi és l´infern, / però en sabates i tot». Siempre con la tesis de que la «deserción lingüística» y el «progresivo abandono del valenciano» constituye «una desnaturalización de la fiesta» de las Fallas, según recalca l´Associació d´Estudis Fallers en su estudio sobre la revista.

En cuarto lugar, Pensat i Fet se convierte en adalid del valenciano por su dignificación de la lengua escrita, que en la actualidad sigue siendo la asignatura pendiente en la mayoría de monumentos falleros y llibrets del cap i casal. Fue una de las primeras publicaciones que adoptó las Normes de Castelló de 1932, que unificaban la ortografía del valenciano, e hizo proselitismo ortográfico en el mundo fallero: «Si vols ton llibret premiat, / escriu-lo en molta alegria / i ben ortografiat», aconsejaba una revista que prestó sus páginas a Carles Salvador para que en 1943 diera una lista de cien palabras correctas que rimaban con falla como ayuda a los escritores de llibrets.

Resistencia cultural

Pero no sólo será una resistencia lingüística, sino también cultural. Si Pensat i Fet puso la cultura al servicio de las Fallas —y ésa fue su gran aportación—, también llegó a ser «un verdadero espacio de resistencia cultural durante los oscuros años del franquismo». Porque además de revista fallera, fue una revista literaria.

En este sentido, no es casualidad que el primer texto del primer número estuviera firmado por Santiago Rusiñol. Fiel al modernismo, por sus páginas desfiló la flor y nata de los escritores valencianos de cada época: Carles Salvador, Xavier Casp, Maria Beneyto, Leopold Trènor, Constantí Llombart, Teodor Llorente, Josep Maria Bayarri, Almela i Vives, soler i Godes, Joan Fuster, Maximilià Thous i Llorens o Vicent Andrés Estellés. Antes de la Guerra Civil demostró que «una literatura culta, de inspiración popular, era posible en valenciano». «Cuando el franquismo vaya arrinconando el valenciano de todos los usos públicos, Pensat i Fet sostendrá como una especie de baluarte este cultivo del valenciano mientras continúa reclamando la idoneidad como vehículo de literatura y como seña de identidad», según el análisis de l´Associació d´Estudis Fallers. Aucas, relatos costumbristas, cuentos, poemas, breves ensayos… Y todo ello con muchas mujeres escritoras en un ejemplo de la modernidad con la que fue parida la publicación.

Todo el valencianismo pululó por el Pensat i Fet. En los años 30, con toda la pluralidad del movimiento: regionalistas, autonomistas, nacionalistas, de izquierdas, conservadores, republicanos… Pero en la década de los sesenta, cuando la publicación se veía debilitada por el avance de otras publicaciones falleras, como El turista fallero, y los suplementos monográficos de los diarios de información general, también notó otro abandono: el del valencianismo que renegaba de las fallas.

«La revista —explica el estudio— fue quedando progresivamente recluida a la generación de valencianistas y lletraferits para quienes las Fallas habían formado parte de su experiencia vital. Unas Fallas que habían sido un espacio de valencianidad que, poco a poco, había ido desvaneciéndose y siendo reemplazado por una fiesta reflejo de la progresiva transformación y castellanización de la sociedad valenciana. (...)

Por contra, la nueva generación de nacionalistas universitarios de raíz fusteriana mostrará una actitud distante hacia una fiesta que les resultará extraña y ajena, que ya es fruto del modelaje a la que las autoridades franquistas la han sometido quitándole su antiguo carácter popular y valencianista». El divorcio casi irreconciliable entre valencianismo, cultura y fallas; la despersonalización de la fiesta; el travestismo lingüístico; la pérdida de la crítica y la sátira ante la estética fallera… «Han passat més de cent anys / i tot segueix igualet, / per això la gent demana / un altre Pensat i fet».