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Moños de fallera

Un peinado valenciano con sabores inca e hindú

Gran parte de los moños que llevan las falleras nacieron a muchos miles de kilómetros de distancia. Los países andinos y la India son los principales proveedores de las típicas mallas de valenciana, que forman parte de una industria de posticería que mueve cantidades millonarias en todo el mundo.

Begoña Giménez, fallera Mayor de Valencia de 2013. Fernando Bustamante

El cabello siempre ha sido un símbolo de belleza y salud. Los egipcios ya usaban pelucas como indicador de riqueza o status social y los celtas atribuían al pelo virtudes como la fuerza y fertilidad. Sansón basaba su poder en la larga cabellera que Dalila cercenó. El peinado de valenciana también ha llegado a tener una relevancia capital. Es un elemento claramente distintivo. De hecho, la mayoría de profesionales coinciden en que un buen traje de fallera no luce de la misma manera si el peinado no acompaña. En la fiesta contemporánea se recurre a postizos naturales para realizar las trenzas que conforman el moño de valenciana. Pero, ¿Se han parado a pensar de donde procede ese pelo y cual es la ruta que lleva hasta llegar a nuestras manos?

La India siempre ha sido el principal exportador de pelo a nivel mundial. De hecho quienes profesan la religión hindú utilizan su cabello como ofrenda para los dioses, y cada año millones de peregrinos se acercan a la ciudad sagrada de Tirupati para donar su cabellera. La tonsura se practica como un ritual, y raparse la cabeza es un símbolo de belleza y señal de renuncia al ego. Pero no todo resulta espiritual, detrás de esta ceremonia existe un negocio millonario que convirtió a la India en el primer país exportador de pelo a nivel mundial. Y una parte de esta llega a las tiendas de posticería de la comunidad fallera.

Los expertos en peinado de fallera coinciden en que el pelo de Sudamérica y la India son los que más calidad tienen. Principalmente porque es virgen, llega en muchas texturas naturales y puede perdurar más usándolo diariamente. «Nosotros hemos trabajado siempre con pelo natural que está tratado, porque el pelo, si se guarda muchos años pero no se conserva bien no sirve de nada. La mayoría de pedidos que hacemos nos llegan de la India y de Sudamérica, principalmente países andinos. Son los que más calidad tienen y además los puedes personalizar a tu gusto porque soportan tintes, planchas y cualquier tipo de tratamiento del día a día», asegura Marisa Alcobendas, de la firma Hair Up en Valencia, una de las que más volumen de posticería mueve a lo largo del año.

Ese carácter sagrado que se le da al cabello en la cultura hindú permite a los fabricantes de pelucas y extensiones de pelo encontrar materia de primera calidad por la ausencia de tratamientos químicos como tintes, permanentes o alisados. Y otras veces son los mismos clientes los que acuden con su propio cabello conservado durante tiempo para que los profesionales lo trabajen y hagan mallas de su propio pelo. La crisis económica ha incrementado la cantidad de donantes que intentan, de esa forma, obtener un pequeño ingreso.

En el caso de las falleras es complicado valerse del cabello propio porque el moño trasero requiere de muchas mallas de pelo, y normalmente no se dispone de tanta cantidad. «Nos traen pelo viejo para hacer mallas que no sirve. Porque lo tienen guardado muchos años y al final el pelo se rompe y las puntas se quedan abiertas. El pelo necesita grasa de nuestro cuero cabelludo y si el pelo está cortado desde hace tiempo no se puede trabajar. Hay que conservarlo bien lavándolo y aplicándole cremas».

Las tiendas de posticeria trabajan con cabello natural y a veces con sintéticos. Por lo general el pelo se vende a peso y suele tener una medida de treinta centímetros». Estos días la demanda de pelo para valenciana «se ha multiplicado». Lógico. Son tiempos de prisas de última hora.

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