La primavera se apuntó a la Ofrenda, y tanto el cálido sol como las temperaturas agradables acompañaron ayer al cortejo fallero hasta los pies de la imagen de la Mare de Déu dels Desemparats, instalada en una plaza de la Virgen que se engalanó para convertirse en el centro neurálgico de la fiesta josefina.

El manto floral de la «Geperudeta» comenzó a cobrar forma, palmo a palmo, con el ritmo incesante que marcó el ágil paso de las comisiones frente a la Basílica. Allí, multitud de vecinos, curiosos y turistas aprovecharon la espléndida tarde para comprobar cómo, un año más, se cumplía el particular ritual de la Ofrenda.

En medio de los aplausos y los piropos de aquellos que optaron por ver la Ofrenda desde la barrera y con los acordes inconfundibles del pasodoble Valencia como banda sonora, las eternas escenas que cada mes de marzo acoge esta plaza, todavía sin poder ser resguardada por el nuevo toldo, regresaron con fuerza.

Desde la Almoina y desde la calle Micalet, un río de falleras se adentraba sin pausa en el corazón de la plaza, mientras las falleras y la talla de la patrona entablaban un cruce de miradas cómplices. Solo ellas saben lo que se siente en ese instante, pero fue evidente que la emoción pudo con más de una, incapaces de esconder las lágrimas. Otras, en cambio, se mostraron sonrientes mientras lanzaban en secreto sus deseos a la Virgen. «No te lo puedo decir, porque entonces no se cumpliría», aseguraba una conmovida fallera ante las cámaras de Levante TV, que por primera vez retransmitió toda la Ofrenda, tal como también hará esta tarde.

A las 15.30 horas arrancó el goteo de falleras desde las calles de La Paz y San Vicente, en un auténtico hervidero de actividad. Las fallas de Benicalap por un lado, y las de Pla del Remei-Gran Vía por otro, se encargaron de dar el pistoletazo de salida de la primera jornada de Ofrenda, cuya conclusión se alcanzó con la llegada a la Basílica de Claudia Villodre, la fallera mayor infantil de Valencia, ya bien entrada la noche.

Con el paso de las horas, los vestidores no daban abasto a la hora de recoger todos los claveles que iban llegando y colocarlos en su lugar correspondiente. De momento, ayer se rellenó gran parte del espacio previsto para los 60.000 ramos que adornarán el manto, aunque ya se observa claramente el diseño perpetrado por Marisol Burgos: «El árbol de la vida». En él, unas flores rojas sobre un fondo blanco dibujarán un boceto curvilíneo en el centro del manto con forma de árbol, en homenaje a la familia.

De hecho, los niños protagonizaron las mejores instantáneas. En los brazos de sus padres, a pie o en carrito. Centenares de pequeños falleros y falleras recorrieron el trayecto hasta la Mare de Déu vestidos con la indumentaria valenciana y cargados con su ramo. Una demostración de que la Ofrenda no tiene edad.

¿Y cómo fuimos de puntualidad? Pues tal como sucedió el año pasado, para cuando desfilaba el último sector de la calle San Vicente, El Carmen, todavía quedaba mucho Quatre Carreres por pasar en la calle de La Paz. Esto provocó que se ralentizara el cortejo para tratar de no caer en el «papelón» de tener que parar el cortejo oficial.

El acto se reanuda esta tarde a las 15.30 horas. La fallera mayor de Valencia, Carmen Sancho de Rosa pondrá el broche final con su ofrenda floral ante la talla restaurada de la Virgen.

Las «niñas de toda una vida» desfilan entre ovaciones

El acto como conmemoración fue extremadamente emotivo. Una auténtico desfile de bandas de color azul que docenas y docenas de niñas, jóvenes y adultas desempolvaron y, en gran parte en muchos de los casos, también los trajes oficiales que lucieron cuando, siendo apenas unas niñas, representaron a la fiesta de la ciudad. Los momentos previos al desfile ya fueron todo un acontecimiento. Mientras esperaban a que arrancara el paso, las falleras intercambiaban anécdotas entre aclamaciones del público.

Abrieron el cortejo las más veteranas. Casi setenta años de intervalo separaban a las primeras que iniciaron el paso por la calle San Vicente. Se fueron desgranado las primeras décadas hasta ir llegando a las de los años 80, 90, y primeros de siglo. La «niña más veterana» fue Concha Ruiz, que fue fallera mayor infantil de Valencia en el año 1947.

Nadie puede negarle a esta reunión su altísimo componente de emotividad. La calle se llenó de gente y el aplauso fue constante. Algunas incluso tendrán ración doble: las que, con el paso de los años, tuvieron la suerte de repetir en la corte mayor.

La entrada a la plaza acabó por desatar la emotividad. Es verdad que habrá que esperar al centenario de la Junta Central Fallera, pero este fin de fiesta, para aquellos que gustan del «falleramayorismo»no tiene precio.

Esta noche será el turno para las falleras mayores de Valencia de las últimas siete décadas y media. Su ofrenda, en lugar de ser ante la imagen de la Mare de Déu dels Desemparats se realizara ante la imagen restaurada de un San José que la JCF conservaba en su edificio desde los años 60, después de una donación de una vecina.