Concluyó una feria de Fallas, que ha tenido un nivel artístico más que notable, con la anunciada fartà con la que se ponía punto y final al abono.

Se ha tratado de un serial que ha arrojado un balance satisfactorio tanto en lo ganadero como en lo artístico, así como en lo referente a la asistencia de público a los festejos.

Lo cierto es que el serial ha contado con espectáculos en los cuales cada uno ha tenido un argumento y un desarrollo diferente, y en todo caso presidido por el interés. En el desarrollo de los mismos los aficionados han podido contemplar los muy variados matices que tiene esta fiesta de los toros: el arte, el temple, el valor, la técnica, el poder, el sometimiento ó la espectacularidad. Todos estos ingredientes tienen cabida en el toreo.

Unos ingredientes que ayer prácticamente los tuvo en su conjunto la corrida con la que se ponía punto y final al abono. Porque en la fartà hubo de todo, y a pesar de que el festejo tuvo una duración de más de tres horas, nadie se aburrió y a nadie se le hizo pesado.

Y eso que los toros propiedad de Domingo Hernández no acabaron de responder. El encierro tuvo romana aunque desiguales hechuras, y luego su juego no acabó de convencer.

Enseñaba las puntas el manso primero, que no paró de huir durante toda su lidia. Se aplomó pronto el abanto segundo, un astado que sangró mucho tras un fuerte puyazo, y tampoco le sobró bravura al tercero, aunque al menos se movió y humilló, eso sí, muy ayudado por su matador.

El cuarto derribó en varas tras emplearse en el peto, y llegó al tercio final con muchísima transmisión. Metió la cara en el engaño y repitió con tanta bravura como celo, si bien pareció que le costaba más embestir por el pitón izquierdo. Fue Taponcito, un ejemplar de alta nota que exigió además mucha firmeza de manos.

El castaño quinto metió la cara con calidad, nobleza y buen son. Se desplazó aunque muy mirón y sin entrega el sexto. El colorado séptimo, ayuno de fuerzas, se defendió y no tuvo un pase. Y fue y vino aunque algo rebrincado y con la cara suelta el último, que también tuvo un gran fondo de raza.

Finito de Córdoba, quien ocupó el lugar del herido Enrique Ponce, no tuvo opciones con el primero, al que macheteó con sabor al inicio del trasteo para luego tirar líneas y matar a la última. Sin embargo, ante el quinto volvió a poner de manifesto que es un torero recuperado para la causa. Muy abierto en el platillo, firmó una labor llena de detalles de torería, empaque y enjundia.

Morante de la Puebla, de que todavía se recuerda la sinfonía que interpretó el año pasado tal día como hoy, hizo el paseíllo vestido de naranja y oro, como el que viste Victoriano de la Serna en el célebre cuadro del pase de las flores que pintó Ruano Llopis.

Ayer toreó con el capote de una manera sublime. Recetó cuatro verónicas y media de ensueño en un quite a su primero, con el que abrió el trasteo por bajo con añeja torería. Luego le dio muletazos sueltos de gran estética para matarlo a paso de banderillas.

En el sexto vino una borrachera de toreo del de La Puebla. Y es que no se puede torear más despacio con el capote como lo hizo ayer. Paró los relojes, como decían que hacía Curro Puya. Sus verónicas fueron eternas. Más lento y dormido no se puede torear. Imposible. Luego en los quites hubo repertorio y con la muleta momentos de inspiración, de naturalidad, de duende y embrujo. Falló a espadas y se quedó sin trofeos, pero eso era lo de menos.

Por su parte, El Juli se mostró pletórico y desbordante ante su primero. Un astado al que sometió, enganchó y enceló en los vuelos de la muleta en una labor de un poderío rotundo. Le formó un lío de órdago a la grande y además lo despenó de un colosal volapié. Luego, no tuvo opciones con su rajadisimo segundo, frente al que lo intentó y lo pasaportó de un espadazo.

Manzanares frente a su bravo primero firmó una faena de expresiva emoción.Más vibrante que acoplada. Con una cierta ligereza rutilante, una célere transmisión. Cierta destemplanza. Con todo, labor de gran calado rematada con un estoconazo. Con el sexto lució en su puesta en escena en un trabajo al que faltó remate.