Sofía Soler supone toda una novedad en la historia de la elección de las falleras mayores de Valencia por el hecho de pertenecer a una comisión, General Asensio-Marqués de Solferí, perteneciente a Quart de Poblet. En otras condiciones, a principios de siglo pudo tomarse una decisión que habría impedido este nombramiento: cuando en el último congreso fallero de 2001 se volvió a poner sobre la mesa la separación de los pueblos asociados a la JCF. El entonces hombre fuerte de la fiesta, José Monforte, pronunció una histórica frase («yo estoy aquí para hacer amigos, no para perderlos») y se optó por mantener una situación que es una anomalía administrativa, pero que, analizado fríamente, no ha supuesto ninguna especial rémora para la fiesta, más bien lo contrario.

Pero, eso sí, aquellas falleras que son naturales de poblaciones o que residen fuera de Valencia se les exige que tengan un domicilio en la ciudad. Es lo que le pasará a Sofía. Tienen que buscar inmuebles propios, de familiares o amigos para ser recogidas en los días intensos, desde febrero por lo menos. Ayer, sin embargo, sí que salió de Quart.

Pero hay otra curiosidad: si eres de una comisión de Valencia, pero resides en una población que no es una de esas cuatro, tienes que acudir a Valencia. Las falleras mayores infantiles de los últimos años han tenido que hacer esto por residir en L´Eliana, Almàssera, Silla, Pobla de Farnals o Torrent.

La «norma no escrita»

Hasta ahora existía una norma no escrita por la cual una fallera de una comisión de población asociada (Mislata, Quart de Poblet, Xirivella y Burjassot) no sería o debería ser fallera mayor. Una norma que, en determinados momentos de la historia moderna, era toda una premisa. Pero, con los textos reglamentarios en la mano, no hay ningún argumento, fallero o jurídico, que lo sostenga. Pero así había sido hasta ahora. Paradoja de las paradojas, sí que se podía dar un caso inverso: una niña o una señorita que ha nacido y vive en una población podía ser elegida sin problemas por el hecho de pertenecer a una comisión del «cap i casal». Hay casos muy conocidos de ese particular «mestizaje» geográfico, como la vinculación de Noelia Soria (2004) con Sollana, siendo fallera de Félix Pizcueta-Cirilo Amorós; o la de Carla González Hortelano (2013), una niña de Silla perteneciente a Guardacostas-Músico Jarque Cualladó de Marxalenes. Sin embargo, se antojaba que las posibilidades eran pocas o nulas (hasta ahora) para, por ejemplo, una joven ruzafeña censada en una comisión de Mislata.

Un complicado equilibrio

Las fallas de estas cuatro poblaciones mantienen un complicado equilibrio con Valencia ciudad. No reciben la subvención del 25 por ciento por el monumento (reciben, en todo caso, lo que den sus ayuntamientos) y en sus calles ya no se puede constituir ninguna comisión nueva, so pena de verse obligados a separarse y crear una junta local. Concursos como los de teatro, play back y calles adornadas se han enriquecido con su presencia, cosa que no ha pasado tanto con los monumentos falleros, normalmente de perfil medio o medio-bajo. Por contra, se les reprocha que, gracias a esta situación inusual, sus falleros tienen la fiesta por partida doble, con el especial caso de la Ofrenda, ya que tienen la de Valencia ciudad y la de sus propias poblaciones. A nadie escapa que una buena parte del apego al «cap i casal» se debe a la posiblidad de acudir a este acto.