Dicen que una fallera mayor de Valencia empieza a tomar conciencia de lo que significa su cargo cuando acude a los actos más humildes. Y que las sensaciones se multiplican a poco que salga de las cuatro paredes del «cap i casal», donde es una figura, si se quiere, más cotidiana. Todo eso, corregido y aumentado, lo vivió Alicia Moreno el pasado sábado por la noche, cuando se convirtió en la primera mujer de su condición que acudía al pueblo de Villanueva de Castellón para cumplimentar a sus homónimas y vivir un particular baño de multitudes.

Su llegada y las tres horas que allí estuvo le sirvieron sin duda para saborear esas sensaciones de principiante. «Ahora, cuando entres en el coche, puedes relajar la sonrisa». «Es que no tengo nada que relajar. Me lo he pasado en grande, me han tratado fantásticamente. Estoy encantada». Así fue desde que el coche oficial llegó a la plaza donde se celebraba el acto. Algunos asistentes y clientes de un bar cercano gritaron al unísono «¡ya viene, ya viene!». Como si de una estrella de la música se tratara.

Villanueva de Castellón se caracteriza por ser una de las poblaciones más fallera, números en la mano, de toda la Comunitat Valenciana. «Somos siete mil habitantes y dos mil son falleros» le explica Guillem Pavia, el joven secretario de la junta local. «Antes, la fallera mayor era por turno de las comisiones. Es el primer año que es por sorteo. Somos cinco fallas porque una ha pedido excedencia este año». Alicia atiende pero acaba diciéndole «¡Pero toma asiento con nosotros, por favor!». Y es que ha permanecido todo el tiempo tímidamente de pie, tras haberla llevado a la sede para que tomara un tentempié (viene de Alzira sin cenar) primorosamente preparado, con nevera de bebidas y bandeja de pastelitos incluida. Que a la reina no le falte de nada.

«¡Vamos, vamos ya!»

«Ahora van a desfilar las juntas locales, pero podéis cuando queráis» le dice otro de los organizadores, que llega con el pinganillo. «¡No, no, pues vamos ya!» dice la fallera mayor. Los apenas cincuenta metros que la separan de la sala ya se hacen lentos a golpe de foto, selfie y saludo. Le han reservado el mejor asiento. Las falleras mayores, Raquel Herrero y Aitana Martortell han tenido de mantenedora a Ana Muñoz, la reina de los abanicos. Una cara conocida de Alicia a muchos kilómetros de distancia.

Villanueva de Castellón tiene poder de atracción porque acuden no sólo poblaciones de la comarca (Sueca, Carcaixent...) sino de todos los extremos de las comarcas falleras: Sedaví, Utiel, Riba-roja, Benaguasil, Picanya... la chica que coordina la entrada y salida de invitados espera su momento. «Llevo trabajando toda la tarde. Una foto con la fallera mayor me la hago seguro». Con la fallera mayor. Nótese que ni siquiera «de Valencia». Por fin aparece Alicia por el pasillo y la sala se cae. Los teléfonos con cámara la asaetean. La reciben en el escenario las falleras mayores, el presidente de la JLF y al alcalde. Una música de violoncelo y una veterana voz le agradecen en verso su presencia requebrándola con que «en la teua dolça mirada on la dona valenciana se veu contemplada i admirada».

Al acabar el acto, la junta local al completo se fotografía con ella. En grupo y por separado. Hasta que la «tía Prudencia» pone orden y pide que no agobien a la muchacha. Alicia lleva la sonrisa puesta y se le nota sincera. Aun tendrá tiempo para firmar docenas de bandas, que le pasan incluso a través de una verja, en el vino de honor posterior. Tienen suerte porque lo normal es que la fallera vaya con el tiempo justo.

«Hace unos días era una chica normal, ocupada en sus asuntos, y ahora, sencillamente, la adoran. Es, en sí misma, un templo de devoción» dice el vicepresidente que la acompaña, Javier Tejero, un «monumentalista» convencido que no renuncia a las virtudes de la peineta. El coche se aleja, pasada la una de la mañana, con la Villanueva fallera feliz, agitando la mano en señal de despedida. Ha pasado un ángel.