­Es más que probable que, dentro de los numerosos cargos que, con diferente honor, reparten las comisiones falleras, uno de los menos reconocidos sea el de responsable de los anuncios del «llibret». Una labor oscura e ingrata, pero necesaria para contribuir a sacar adelante un ejercicio fallero. Un cometido en el que la tentación existe, pero que en su inmensa mayoría supone pelear, uno por uno, por cada euro recaudado, muchos a regañadientes.

En eso estaba «Pepillo» cuando, ya casi a los 80 años, entristeció a la comisión del Mercat de Russafa. «Es que vino al casal y dos días después nos enteramos de que se había muerto. Y además, aunque estaba ya malito, no había abandonado su cometido. Nos deja las gestiones hasta el último día. Ahora hay que hacerse cargo de lo que él hacía, de la cartera de clientes y, sobre todo, con su misma persistencia. Si tenía que ir cinco veces a cobrar, iba» rememora Juan José Hernández, uno de los responsables de la comisión. Una labor doblemente ingrata en un tiempo en que hay anunciantes que se hacen los remolones. Incluso alguno de los comercios mostraban su pesar.

El Mercat de Russafa es una de las tres comisiones que ha plantado de forma ininterrumpida desde 1940. «Pepillo» llegó hace algo más de un cuarto de siglo. Y, curiosamente, era un caso raro por no tener la familia allí. «Era viudo y la hija y la nieta están en otra falla porque les venía mejor por donde viven».

Mañana, el Mercat de Russafa celebra la exaltación de sus falleras mayores. Pero en una jornada de celebración habrá un recuerdo para Pepillo. Y después, a retomar su agenda de posibles anunciantes. Euro a euro.