Sea por la desbordante imaginación que tienen a gala los falleros, o por otra razón, sea la que sea, el cambio de año tuvo protagonismo en la sociedad festiva en dos acontecimientos que pueden calificarse de cualquier forma menos habituales. Porque no es normal casarse en las últimas horas del 31 de diciembre ni tampoco es normal que, al alborear el primer día, se realice una ofrenda de flores.

Según la línea temporal, el primer acontecimiento fue el enlace matrimonial. Pocas son las parejas que, con 52 fines de semana de oferta, eligen casarse un 31 de diciembre. Pero eso es lo que hicieron Francisco Andrés y Marta Lozano Payá. Como quiera que esta perteneció a la corte de honor de 2005, tanto Gueguel Massmanian como el resto de falleras de aquel año se dieron cita en la Iglesia de San Valero. La fallera de Maestro Aguilar-Matías Perelló (la última que ha ocupado el cargo honorífico procedente de dicha comisión) reconoció que fue una idea del que ahora ya es su marido «antes incluso de la pedida» y dio lugar a situaciones rocambolescas, incluyendo «la cantidad de gente que nos preguntó si la fecha estaba bien» o que el cura de la iglesia ruzafeña «se sorprendió primero por la fecha y después por saber que ya era al anochecer». Eso sí, la fecha hizo que el altar estuviera presidido por el Niño Jesús. Posteriormente, los invitados se trasladaron a la Masía de Lacy. «Muchos nos dijeron que les habíamos arreglado el plan de Nochevieja porque tampoco tenían especialmente claro donde ir. Y la familia estuvo encantada de reunirse y más en un día tan especial». Para amigos y conocidos tiene hasta su lado económico, porque supone evitarse un desembolso suplementario y eso nunca viene mal. La celebración tuvo sus campanadas y su cotillón. En atención a aquellos que pudieran ser supersticiosos y que quieren celebrar el cambio de año cuando toca realmente y sin equivocación, no se improvisaron ni se cantaron, sino que se recurrió a una pantalla y a la transmisión televisiva.

Marta Lució un vestido de Pronovias y un tocado realizado por Elisa Peris, toda una revelación en una casa, Peris Roca, a la que normalmente se asocia con la elaboración de peinetas. Y el gran toque fallero fue la entrega de ramo, uno con doce rosas blancas que incluían la foto de cada una de ellas y un fragmento de frase que, para que tuviera sentido, obligaba a todas a juntarse. Decía «Cada una es pieza imprescindible de este todo maravilloso. Juntas hemos hecho historia» y de ésto ya han pasado once años.

Nochevieja en casales

La transición de año también se vivió en numerosos casales, que se abrieron para celebrar cenas de nochevieja evitando los grandes desembolsos. Tanto actos organizados por las comisiones como por arriendos de falleros.

Y antes de mediodía del 1 de enero, un grupo de falleros ya se concentraba a la puerta de la Basílica. Una mañana de madrugón o de «alargue» de la noche. Son los miembros de la Federación de Fallas de Primera A, que celebraron un acto que ya se ha consolidado a lo largo de los años. Las falleras que componen el colectivo ofrecieron a la Virgen de los Desamparados las primeras flores del año. La «primera ofrenda de Primera» supone un privilegio especial para ellas, puesto que son las únicas falleras que, como colectivo, hacen entrega de unos ramos en el altar principal y una por una, tal como lo harán en marzo las falleras mayores de Valencia y sus cortes de honor. Es uno de los particulares legados de Armando Serra cuando presidió el colectivo de fallas de la categoría de plata y lo que empezó siendo un acto improvisado tiene ya su protocolo, entre una misa de la mañana y la siguiente, y que incluye el canto de una salve y la entrega una a una de los ramos. Todas ellas llevaban los medallones de la virgen realizados para el acto por Bertomeu y recibieron una estampa bendecida de la patrona.