Alpujarreña (Ugíjar, Granada) realizó ayer un experimento, quizá inédito, en la plaza: hizo dos mascletás, empezando cada una por un lado del recinto, haciéndolas confluir en el centro. Para abrir su actuación disparó una traca valenciana, de pura cortesía, cumpliendo cánones clásicos. Y, tras ella, se ´preguntó´ y se ´respondió´ con truenillos en el aire, desde el Norte y desde el Sur (en los extremos de la plaza), en un aéreo moderno y muy interesante. Luego hizo unas secuenciaciones digitalizadas, jugando con truenos en el aire y en tierra, ya rodeando la jaula. Dos golpes de truenos marcaron certeramente el comienzo de la mascletá de cuerdas. Bueno, de las dos mascletás. Dos, porque, aunque la quema empezó por cada una de las cuatro esquinas de la plaza, el resultado fue que había un disparo a cada lado. Enfrentados. El material del cuerpo lo apretó en «canyeta», es decir: disponiendo los truenos, juntos, en peines, para ocupar mucho menos espacio. Según explicó el artífice, Alfonso Baños, el total equivalía a seis retenciones de las habituales. Quizá por ser seis o por ir en concentradas en canyeta, la mascletá pudo quedar algo plana en su centro, pero sin errores. El terremoto, de ´tracas´ normales, tuvo una entrada preciosa, suave y bella, con dos ramales por cada lado. Fue avanzando en zig-zag, hasta coincidir en medio. Llegó a doler en los oídos (y no debiera), y luego, el bombardeo aéreo se adelantó de forma evidente. Siguieron pantallas de cierre, en los lados largos. Al final, dos golpes secos en el aire y un tercero en el suelo, rotundos y súper técnicos, epataron al respetable: herméticos, potentes y de clarísimo concepto.