Si algo tienen Leo y Antonio, Antonio y Leo, los Hermanos Ferrández (que no Fernández, por cierto), es que cuando disparan no lo hacen por cumplir. Al menos en lo que a mi me han demostrado desde que les conozco. Viven, sienten e incluso que padecen la profesión. Irradian pasión y ganas. Y, además, cariñosos como son ambos, y buena gente, su profesionalidad se revaloriza. Cuenta también que tengan detalles para con las Fallas, como el de ayer, de presentar sus nuevas roncadoras-gruñidoras en la plaza. Con ellas, y sin traca valenciana, empezaron su mascletá, directamente con disparo aéreo digital en el frente municipal. Esta parte fue la más clara y limpia de los tres inicios aéreos. Luego dieron rodadas a la plaza, con trueno eléctrico, que funcionaron muy bien. Por último hicieron un diálogo con disparos en el extremo Norte (falla) y respuestas, haciendo reaparecer sus nuevas gruñidoras, en el lateral principal. De ahí, sin marcaje, pasaron a seis retenciones terrestres. La primera amagó con un renqueo pero enseguida el fuego tomó cuerpo sin ningún problema, ofreciendo una mascletá muy bien armada ya hasta el final.

El terremoto, quizá pudo haber esperado un pelín más en entrar, pero surgió con tal finura, con sólo tres ramales, que logró fusionarse de maravilla con el cuerpo precedente, logrando, en este momento cumbre, una sensación muy bonita y emocionante. Precioso. El clímax terrestre siguió en otras tres tramadas con doble pasada en todas (con truenos directos del 2 y otros retardados del 5). Unas pantallas en verde y las posteriores rodadas «de revólver», muy bien hechas, en barrido por toda la plaza, antecedieron a los dos últimos golpes aéreos que sirvieron de cierre.