Un sábado 5 de marzo es una fecha extraña en el calendario fallero. Porque la ciudad está llena hasta los topes, pero no hay prácticamente nada de fallas que echarse a la boca. Si entendemos éstas como monumento fallero. Más allá de un par de fragmentos arrimados en algunos cruces, la ciudad empieza a tener todo el atrezzo necesario, pero sin su elemento principal. Un sábado no sólo de «mascletà», sino de lateros, puestos de buñuelos (hay que aprovechar la limpieza del aceite), la habitual sesión de calor sofocante „21 lipotimias, más o menos lo habitual„ a la espera de que el lunes pueda haber mal tiempo. El de ayer era sábado de balcones privados, que hacen el agosto a base de bien. Y era sábado de venir a hacer el gamba. Ahora, la «mascletà» también sirve para sacar el lado excéntrico. Igual te ves una despedida de soltero que un grupo de andaluzas.

Los disparos están siendo honrados y correctos. Y aunque al fin de semana se le supone una exigencia máxima, el disparo de Ferrández no desmereció. Bien. Aceptable para las exigencias. Las falleras mayores y cortes de honor estaban para que les diera el bajón. A bastante más de veinte grados llevaban el corpiño de manga larga. Asfixiante a esas horas pero más que útil por el motivo por el que se hizo el cambio: pasar varias horas viendo la Cabalgata del Ninot, con el relente amenazando. El cargo dura demasiado poco como para perderse algo por culpa de un enfriamiento.

Han tenido suerte las mayores. Con motivo de la visita de una de las cortesanas, Tamara Delgado, a Madrid para hacerse una foto del Extra de Fallas de Levante-EMV, hubo más que buen rollo con la empresa Stage Entertainment, y hoy están invitadas a la última sesión en Valencia del musical Sister Act.

Indumentaria dispersa

Las comisiones que acuden al balcón invitadas por el ayuntamiento no acaban de ponerse de acuerdo: algunas vienen vestidos de valenciano y valenciana y otras, con blusones y polares. Da la sensación de que quedaría mejor con la indumentaria tradicional. En ese sentido, las juntas locales sí que lo tienen muy claro y no hay ninguna que no se cale la peineta.

«Las fallas y las fiestas, que son un lugar de cohesión y de fiesta, no han de ser el lugar en el que se hagan los debates políticos y lingüísticos, algo que alguna gente aún sostiene» decía en Europa Press el concejal Pere Fuset, refiriéndose al conflicto lingüístico, a la vez que celebraba el acercamiento entre academias.

Con el cambio político, las protestas se han aburguesado. La intifalla funciona bajo mínimos y los ex trabajadores de Canal Nou aparecen sólo esporádicamente.