Si algo tienen bonito las mascletás de las Fallas, las oficiales, las diez y nueve seguidas, es que permiten ver la forma de trabajar de otros tantos pirotécnicos. De casi veinte casas dedicadas a este oficio. Y con eso de que cada maestrillo tiene su librillo, lo bueno de esta comparativa polvorista fallera en que se convierte cada año la plaza del Ayuntamiento, es que cada cual presenta su cosa típica, su especialidad. Ayer, Gironina, con Eduardo Cunillera al frente, que es una potente empresa de pirotecnia de uso recreativo (de venta al público), acudió con un potente acompañamiento y final de cajas chinas. Es normal que venga con eso porque es lo suyo. Comenzó con cuatro partes aéreas, en los que el mejor dibujado fue el digital inicial. Los cinco cuerpos de tierra terminaban con el último doblado (dispuesto ocupando lo de dos), con diez y nueve grupos, tres de ellos del número seis, el más fuerte que se puede usar en este recinto.

La novedad y osadía, segunda de lo que llevamos de feria tras la del viernes 4 de Alpujarreña, fue que Gironina hizo un pre-terremoto de cuarenta metros de largo y de dos pisos de altura (con ida por abajo y vuelta por arriba), orillado en el lateral más cercano al edificio municipal. Su entrada quedó correcta, pero mejor quedó su enlace con el segundo terremoto situado en la posición habitual (en la parte Sur): entró por dos laterales, con seis ramales en cada punto, y se unió en uno solo, en el centro, en diez y seis tracas finales de gran potencia que volvieron a entrar hasta el centro de la plaza. Todo encendido de forma eléctrica. Pero al menos siguiendo el sentido lineal del fuego. El bombardeo, eso sí, entró tarde, dejando hueco.