Convento Jerusalén rescató del baúl de los recuerdos, en las fallas del pasado año, un acontecimiento social añejo que estaba marcado en el calendario de las fallas con trazo grueso: la cena del So Nelo. Fue una de las apuestas del presidente, Santiago Ballester, aprovechando las bondades de la carpa, que se convierte en un auténtico salón de grandes acontecimientos. Un desfile de personalidades, vestidos largos, pajaritas y el ambiente distinguido de estas ocasiones, tanto décadas atrás „todavía quedan falleros en la comisión que vivieron aquellos bailes„ como en el presente.

Gran parte de los falleros de la comisión, tanto los veteranos como la juventud, así como los invitados, que acudieron atraídos por el éxito de la pasada edición, llenaron el aforo de un salón que estaba profusamente decorado, y en el que cada invitado era recibido con una minuta, un libro de baile (un pequeño opúsculo para apuntar con quien se baila durante la velada, una costumbre de antaño) y una orquídea en la mesa, así como dos regalos de alta gama procedentes de los patrocinadores. Porque esta cena contaba con el respaldo de firmas como Jo Malone, Sesderma, Velarte y Mumm, además de otros colaboradores que ayudaron a que la noche fuera muy en la línea de estos acontecimientos donde el mundo fallero y el social acaban mimetizándose.

La cena fue servida por Campo Aníbal (escenario de las presentaciones de las dos falleras mayores a primeros de año) e incluía Rape y langostinos con migas crujientes y cremita de la abuela; carrilleras de ternera con patata violeta, brunoise de verduras y jugo de jabugo, acabando con torrija casera de canela con helado de leche merengada y crema de moka.

La noche incluía el nombramiento de la máxima representante de la fiesta, cargo que recaía, antaño y ahora, en la «Reina del Parador», y que iba a ser designada por sorteo. La noche finalizaba de madrugada con la actuación de la Big Band Enjazzats, que combinó ritmos añejos y modernos.