La mascletá de Crespo ayer tarde, fue, quizá, la mejor que esta firma de Alzira ha hecho en la plaza del Ayuntamiento en los últimos años. Vicente y Vicent Rodríguez, padre e hijo, ofrecieron un espectáculo aseado que comenzó con una traca valenciana tradicional. Ella misma fue la que dio fuego, sucesivamente (con retardos), a los tres inicios aéreos previos a la mascletá terrestre, a la que, a su vez, también daría fuego después. Todo iba traqueado en esta parte inicial del disparo: iban conectados con traca incluso los cruces de igualación de las retenciones, que los había y que servían para conectar con medio acompañamiento aéreo. Usaron candelas de pitos de menor intervalo de disparo que lo habitual, por lo que encendían otras en cada mitad de retención. Un truco que Vicente padre me dejó contarles: los laterales más cercanos al acompañamiento no iban traquedados sino estopinados. Estando todo tan mega-conexionado entre sí al comienzo, llamó la atención que, luego, el terremoto no entrase siguiendo el natural devenir del fuego en la plaza, sino que saltara hasta la esquina de Marqués de Sotelo para activar allí, de forma eléctrica, el final terrestre. Este salto ha sido el primero de estas Fallas (y espero que el último). Aunque a la contra (Sur-Norte), el terremoto entró con finura, por hacerlo sólo con tres ramales, de los que la mitad de los truenos iban espoleteados para un segundo tiempo. Dio otras tres pasadas y murió en la esquina de Correos. Lo revistieron con cajas de color, abanicadas, que se agotaron antes del final del largo terremoto. Luego hubo un parón: el final «turbo», dispuesto en el centro de la plaza, entró demasiado tarde.