Las Fallas se han de ver «como una oportunidad, y no como un problema». Con esa cerrada defensa de las fiestas como «motor cultural y de integración social», Pere Fuset anunciaba ayer que el Ayuntamiento de Valencia tiene previsto redactar un plan estratégico sobre el impacto real en la ciudad. El concejal de Cultura Festiva y presidente de la Junta Central Fallera sostiene que será necesario «reorientar el turismo para atraer a un turismo de calidad, no de bajo coste». El objetivo que persigue el equipo de gobierno es desestacionalizar la cita, «impulsando el concepto de fallas todo el año» con visitas a museos, así como a la Ciudad del Artista Fallero para conocer las técnicas de creación de las piezas y otros muchos elementos.

Fuset se pronunciaba así en el marco de un desayuno organizado por Nueva Economía Forum en el Hotel Astoria. La presentación corrió a cargo del alcalde, Joan Ribó, quien echaba la vista atrás para recordar que un año antes ni él mismo, ni Fuset, sospechaban los cargos que llegarían a ostentar cuando juntos recorrían en bicicleta los monumentos falleros.

Fuset destacaba de las Fallas que en la década de los años 60 y 70 se alzaran como «un motor social de integración de los inmigrantes que llegaban de otras comunidades autónomas». El papel de las Fallas en la reafirmación de la identidad valenciana fue otro de los aspectos que remarcó Fuset, además de incidir en que se sentía «orgulloso de ser fallero y valenciano» e invitaba a despojarse de «complejos».

Tareas para el congreso

En cuanto a la realización de un Congreso fallero a lo largo de esta legislatura, Fuset se comprometió a redefinir las relaciones de la Junta Central Fallera con los pueblos del área metropolitana. Una asignatura pendiente pero no menor para muchas comisiones.

Defendió Fuset el uso del valenciano «incluso en el franquismo», refiriéndose al valenciano de la Acadèmia, «que es el que establece el reglamento fallero». Para el edil de Compromís hay que ver las Fallas como «un festival de arte crítico en la calle», una mirada que distingue la fiesta de cualquier otra del mundo, aunque algunas como los sanfermines o la Tomatina tengan mayor proyección internacional. «Uno va a Holanda por los tulipanes y por Van Gogh», lanzaba Fuset, invitando a todos a participar en las fiestas josefinas y deseando sumar esfuerzos para que la Unesco las declare en noviembre Patrimonio de la Humanidad.

«Son el el caos mejor organizado del mundo», recordaba, mientras defendía la conveniencia de «implicar» al mayor número de sectores posible, desde universidades, al mundo empresarial, así como en trabajar para recuperar los aspectos positivos. En ese aspecto, apuntaba a que en 1990 el 93% de la sociedad valenciana veía cosas buenas en ella y que 25 años después se había reducido al 53 por ciento. Respecto a las subvenciones a las comisiones falleras, defendió extenderlas más allá de los monumentos falleros y las luces para que lleguen también a la música, o la pirotecnia.