­Todos los que han analizado la Sección Especial Infantil de 2016 llegan a la misma conclusión: pocas veces en la historia de la fiesta se han reunido tantos artistas de tanta calidad como en la presente edición. Si: es verdad que aún habría estado mejor con José Gallego, Javi Fernández, David Moreno o la pareja Ceballos-Sanabria. Habría sido una categoría de ensueño, pero hacer coincidir a los mejores en un mismo año es casi una quimera, siendo la mejor hornada de artistas infantiles, por la relación calidad-cantidad, de todos los tiempos. Pero eso no disminuye para nada el enorme interés de esta edición. Porque son muchos los argumentos para esperar con más nervios que nunca el veredicto que leerá el concejal Pere Fuset.

Por ejemplo, está Julio Monterrubio. No se concibe todavía una categoría de élite si no está el maestro. Es el que ha ganado en toda la década, ya fuera en Nou Campanar o en Duque de Gaeta, a donde ha ido a parar para seguir mostrando cómo pasan los años y la creatividad y el genio no disminuyen. Su plantà empezó más tarde de lo previsto ante el retraso de la carpa y de los juegos de luces.

Choque de generaciones apasionante, porque hay otros grandes favoritos en juego. Fundamentalmente, dos, pertenecientes a dos épocas diferentes. La madurez de Miguel Santaeulalia, el artista que con más facilidad ha demostrado la misma versatilidad de Julio Monterrubio: ser muy bueno en grandes y ser muy grande en infantiles. Va con más dinero que nadie, aunque en el caso de las fallas infantiles todo tiene que caber en unas dimensiones máximas. Miguel «junior» sabe lo que es ganar en la máxima categoría y la apuesta de la comisión por recuperar un trono que no saborean desde la victoria de Javier Fernández en el año 2009 es firme.

Y el otro es el debut más esperado de la historia reciente de la fiesta, aunque sea en fallas infantiles. Iván Tortajada, el niño prodigio, el artista que ha ganado en todas las competiciones en que ha participado en Valencia, Alicante y pueblos. El que está llamado a dominar la plástica fallera si se mantiene en sus trece de no dedicarse a otras actividades. Va con menos dinero, pero con todo el entusiasmo.

Pero no mentar a Sergio Amar y a Joan Blanch sería una ligereza y una temeridad. Sobre todo, teniendo en cuenta el pequeño detalle de que forman el podio del año pasado. O la creciente progresión de Miguel Hernández desde Malvarrosa, cuyos conceptos diferentes, por fin, entró por los ojos el año pasado porque lo vale. Los ya más clásicos Bernardo Estela y Salva Dolz completan, con el eufórico e «indultado» Sergio Gómez, una sección bastante reducida respecto año año pasado, pero que despierta una pasión como nunca.