Los hermanos Zarzoso pasaron anteanoche a los anales falleros al hacer su primer castillo en un programa oficial de las Fallas, acertando, principalmente, en los tiempos y las alturas de disparo, y gustando mucho por lo vibrante y continuado que fue su fuego. Ayer, respetando la traca inicial tradicional (y ya van quince, este año), realizó los inicios con disparo digitalizado por toda la plaza. Los hizo muy bien, con claridad y sin amontonar cosas: primero hubo una introducción de zumbadoras cerradas con un anillo de truenos en tierra. Luego sirenas, silbatos con focos rojos y, finalmente, chicharras. Tres tiempos muy diferenciados y limpios. Marcó el cierre de forma leve pero bonita. El propio sistema digital dio inicio al fuego terrestre que fue de cinco retenciones o partes. La mascletá estuvo bien armada, coloreada en el suelo con espoletas verdes, rojas y rosas. El acompañamiento, sólo de adorno (como debe), seguía claramente al fuego de tierra en su avance por la plaza, con truenillos, goteos, claro, y con silbatos que después pasaron a ser chicharras. El terremoto, que entraba de forma natural (siguiendo el sentido del fuego en la plaza), mecanizado (conectado con estopín) y mixto (con trueno volado y espoletado), hizo su aparición demasiado fuerte. Iba montado en dos pasadas de dos tramos diferentes cada una con un solo codo, en el sur, y fue engordando en cada tramo: 4, 7, 9 y 12 ramales. Zarzoso reconoció que, quizá debido al viento lateral, una vez comenzado el terremoto parece que se le inflamó la pasada paralela a la de inicio, quemándose de forma diferente a la prevista. Decidieron adelantar el bombardeo aéreo clásico (de hecho hizo dos seguidos), montándolo de forma evidente sobre el final terrestre. Por cierre, de nuevo, un digital: pantallas, rodadas y más pantallas, y golpe con flecos.