Según lo que seas, tu vida puede ser más rica. En la Uci del Hospital de Manises, por ejemplo. «Es un trabajo que me gusta muchísimo porque es reconfortante cuando un paciente que se ha recuperado viene a hacer una visita. O te trae un ramo de flores. Pero también es muy duro: no me acostumbro a la muerte cuando has hecho todo lo que estaba en tu mano. Pero luego, la profesión la dejas allí y sales a la calle. Y entonces puedes ser fallera mayor de tu comisión, presentarte a la preselección y salir».

Son las facetas en la vida de Alicia Gómez de Ros. Un apellido muy vinculado a la plaza de Patraix. Cuando tenía siete años vivió la experiencia de la corte con su hermana Laura, infantil en 1997. «Lo recuerdo de arriba a abajo. En las infantiles, hermanos y hermanas tenemos la oportunidad de estar más cerca porque donde va la corte van los padres y éstos, claro, se llevan detrás al resto de niños. Aquel año me recuerda la música de las Spice Girls. Acababan de sacar el Wannabe y las niñas lo llevaban a todas horas en el coche».

Y ha estado muy cerca de la versión mayor con Alejandra Compañ, cortesana de Estefanía López y muy amiga. Con el cuarto de siglo superado hace vida independiente. «El pasado 1 de marzo hice la mudanza a una casa en Vilamarxant. Si: el 1 de marzo. Realmente empecé de verdad después de fallas».

Etérnamente agradecida a las compañeras de trabajo «que me han cambiado todos los turnos que hacían falta. Por ejemplo, el domingo de la preselección me tocaba y además de noche». Un tatuaje escondido en el antebrazo, a prueba de mangas de farol le recuerda «lo importante que es la familia en buenos y malos momentos. Es un tiburón maorí que tiene mucho significado».

Y una afición sorprendente: «soy motera. Mi padre me lo inculcó. Voy a los grandes premios del mundial de motociclismo y a todas las concentraciones que puedo».