Raquel Montero responde a la perfección a ese tipo de fallera mayor de comisión de la era moderna: joven que ya ha superado el cuarto de siglo, integrada en el mercado laboral, que también quiere pagarse ella el reinado y lo que venga si viene. Un arquetipo cada vez más repetido y que tiene ejemplos en lo más alto de la pirámide muy cercanos como Sandra Muñoz o Alicia Moreno.

Ella, con 28 años, es licenciada en económicas y trabaja en una empresa de servicios de la construcción, reformas y reparaciones. «Ví que por edad ya debía serlo porque si no ´se me pasaba el arroz´, tengo trabajo y creo que fue el momento». Además, ya quería haberlo sido infantil, pero le pilló un interregno de ausencia: «yo era de pequeña de Barraca-Travesía del Rosario, de la que mi abuelo fue fundador. Por una cuestión de un fallecimiento estuve un tiempo sin ser fallera siendo niña y hace unos diez años es cuando me apunté a mi actual comisión».

Como tantas veces, los abuelos son los que inyectaron el veneno fallero. «Ahora estoy en la delegación de festejos». Su comisión, que ha tenido cinco cortesanas, la última de ellas, Marta Orero, en 2004, busca con ella un nuevo intento doce meses después de que su fallera mayor saliente, Natalia Barceló, se quedara en puertas. «No puedo más que sentir gratitud y esperanza en el futuro».

Si lo logra, su vida irá a toda velocidad. Más que el 15 de marzo. «Si: fuimos a recoger el ninot andando desde nuestra plaza. Y nos lo tomamos con tranquilidad. Tanto, que cuando nos dijeron que cerraban a las nueve de la noche, allá que nos fuimos a toda velocidad a por él. Fuimos los penúltimos en recogerlo. Fue entrar en la sala y verlo allá a lo lejos, él solito».