Si Esther Giménez sale elegida en la corte de honor posiblemente lleve ese honor a una de las poblaciones más pequeñas que jamás lo haya conseguido. Porque es hija, en tercera generación, de uno de los 90 habitantes de la villa de Higueras. Que cabrían en uno cualquiera de los bloques residenciales de San José de la Montaña-Teruel, a la que apuntaron antes de nacer. Allí fue fallera mayor infantil en 2002, donde ya coincidió en época con Sandra Fernández, la también preseleccionada de Calixto III. «Cuando creamos el grupo de wasap nos dimos cuenta».

Por entonces, su comisión estaba muy bien posicionada y se preparaba para vivir su época dorada. Luego vivieron una crisis galopante de la que están terminando de salir. Su elección sería un nuevo empujón moral y recuperaría la figura de cortesana, que echan de menos desde 1993. «Llevaba años queriendo ser fallera mayor, pero por trabajo lo iba dejando y dejando. En esta ocasión tenía más antiguedad que una amiga y al final he sido yo en 2016 y ella lo será en 2017». Y un secreto: «mi padre no quería que fuera, pero ahora ha sido mi mayor apoyo».

Ha ayudado a ello estar integrada en el mercado laboral en un sitio de mucha visibilidad: «trabajo en la tienda oficial del Valencia de Mestalla desde hace cinco años. Había hecho un curso de escaparatismo, eché currículums, un día me llamaron y ya me quedé». Y si se le pregunta por el estado de ánimo de la afición, irreductible: «¿las ventas de la nueva camiseta? Espectacular. Se está vendiendo muchísimo».

En un mundo, el fallero, al que los actos de Feria de Abril son ya un fijo, Esther es más profunda: «me encanta el flamenco. Camarón, El Barrio, Niña Pastori, la Húngara... me defiendo bien bailándolo».