Una de las pruebas clásicas en la elección de la fallera mayor de Valencia es la de recitar una «Crida». De tan sobada que está, que a nadie escapa que la que más, la que menos, tiene un borrador redactado desde el verano por lo que pueda pasar. Lo que no estaba en el guión es la prueba de ayer. En una jornada agotadora (también fue una competición de resistencia), todas ellas posaron junto a las Torres de Serranos y después subieron a la parte superior. Allí, una tras otra improvisaron un discurso, a voz en grito, de apenas un minuto. Una forma, sin duda, diferente de entender la prueba. Entre medias, un recorrido por la ciudad, donde, como es fácil imaginar, fueron protagonistas de infinidad de imágenes, ya fuera de vecinos, turistas ocasionales (incluyendo el grupo de despedida de soltera que recordaban el «caloret») o infinidad de asiáticos.

Por la tarde, mayores e infantiles (éstas, vestidas con el moño único, no como las mayores, que llevaban los tres) hicieron el ensayo de la proclamación. La célebre subida de escaleras del martes 11, uno de los momentos álgidos para las elegidas y que no deja de tener su dosis de morbo por saber cuales son las elegidas para desempeñar el papel de «fallera mayor». Entre ellas, se sabe que lo fueron Raquel Alario y Rebeca Gómez, dos de las que «suenan». Igual luego no significa nada. La proclamación, sea como fallera mayor o como corte, es uno de los momentos, emocionalmente hablando, más importantes del año. Sobre todo, la emblemática «subida de escalera». En esta ocasión fue en silencio. Ganará enteros el día 11, a los sones de la banda municipal.