Bailar, interpretar, honrar, quemar... los rituales humanos pueden ser muy parecidos en lugares del mundo separados por montañas, mares y océanos. En cada lugar, esa colección de liturgias pueden acabar por convertirse en algo tan valioso que la Unesco lo reconoce como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Esta es una demostración de cómo los elementos que se pueden ver en las Fallas pueden tener un «alter ego» en lugares lejanos, pero que ya han sido reconocidas internacionalmente. Cada uno con sus valores y sus seguidores y con una característica común: quienes la ejercen la quieren y la valoran.

La declaración de las Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad sería una forma de garantizar la pervivencia de algunas de estas características. Ahora se puede hacer un sugerente símil viajando por el mundo y conociendo las costumbres de otros pueblos.