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Un gran dinamizador cultural

Desde las universidades se incide en el «compromiso» que supone esta declaración para las Fallas, con elementos que entrarán en juego como los Derechos Humanos - La cultura pone el acento en el valor artístico y ensalza al gremio artesanal

«La palabra humanidad es importante, implica que los valores tienen que trascender el espacio propio». Antonio Ariño, vicerrector de Cultura de la Universitat de València, adopta cierta distancia de cirujano —o de sociólogo— cuando analiza la declaración de la Unesco. Él, figura clave para entender la atracción de dos mundos que vivieron de espaldas, como el fallero y el académico. Lo hizo primero en su tesis doctoral y después, junto a otros compañeros, a través de la historia de las Fallas que este mismo diario publicó en los noventa. Luego se encargó del informe para declarar la fiesta Bien de Interés Cultural. Ahora, en el final del recorrido, ve un nuevo comienzo: «Es un reconocimiento pero también un compromiso», recuerda, incidiendo en que elementos como los Derechos Humanos se tendrán que filtrar hasta la médula de la fiesta.

«Las Fallas son un ingrediente cultural de primera línea», le acompaña José Luis Cueto, decano de la facultad de Bellas Artes de la Universitat Politècnica de València. A tenor de la declaración, Cueto apunta que cada vez hay una mayor permeabilidad entre los alumnos de Bellas Artes y el «alucinante gremio fallero», superando prejuicios y acercándose las nuevas generaciones a uno de los motores valencianos de la «cultura popular».

Este último punto es abordado por distintos agentes culturales valencianos como uno de los más interesantes de la fiesta que acaba de ser considerada Patrimonio de la Humanidad. «Es un gran dinamizador cultural durante el año, más allá de la fiesta», interpreta el actor, director de teatro y dramaturgo Carles Alberola, ligado históricamente a la creación escénica de Na Jordana, comisión que, por cierto, fue premiada por los empresarios teatrales en la última gala de Avetid.

Valor antropológico y estético

«Tanto por lo antropológico como por lo que representa de estética plástica y también por lo que el mundo fallero ha hecho en pro de la creatividad y de apoyo a proyectos culturales emergentes», se extiende Abel Guarinos, director del Institut Valencià de Cultura, aludiendo a ejemplos concretos como el grupo de teatro L’Om-Imprebís, que surgió de la falla L’Om de Picassent.

«Es un acontecimiento extraordinario», enfatiza Manuel Muñoz, presidente de la Academia de Bellas Artes, remarcando la importancia del elemento artístico y revelando que, en una reunión con Ribó, le manifestó la colaboración de la academia para cualquier asunto. Desde el IVAM, José Luis García Cortés se alegraba del reconocimiento recordando que en el museo las Fallas han entrado, por ejemplo, con exposiciones como la del diseñador Iban Ramón. «Quedan caminos por recorrer en las Fallas», añade Muñoz, «en cuestión de integración de colectivos desfavorecidos, repertorio de las bandas y materiales de los monumentos».

Siguiendo esta línea, el académico destaca la «articulación social» que promueve la fiesta y el «esfuerzo colectivo» que comporta, un elemento, el de «pueblo» y «participación ciudadana», que también resalta el director del Palau de la Música, Vicent Ros, sumando el entusiasmo del auditorio desde una vertiente indesligable de las Fallas como es su reconocible banda sonora. «Fui músico de banda desde pequeño y me parece una maravilla», exclama Ros, poniendo el acento en la «internacionalización» que supone el nombramiento para la música.

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