Eran las 11 de la mañana y el Museo Fallero ya tenía su público. Las iluminadas salas eran recorridas por familias y parejas, jóvenes y mayores, que habían viajado a Valencia este puente para disfrutar de la ciudad. También habían muchos niños. Unos conocían las Fallas y otros no. Pero a todos los gustaba lo que veían, pese a ser una pequeña parte de la fiesta que en nada representaba lo que ellos se habían imaginado con las imágenes de la televisión.

Las figuras costumbristas que monopolizan los indultos o los personajes míticos que ponen la excepción (gusta mucho la figura de Jacques Cousteau) son admirados por igual. «A mi me está encantando», dijo una mujer de Barcelona cuyo marido ya había conocido este lugar cuando «estaba mucho más abandonado». «Yo vine el año pasado a las Fallas „relata la mujer„ y me enamoré de esta fiesta, por eso ahora he vuelto y he querido conocer el museo».

Unidad y promoción

A su juicio, «es verdad que debería estar todo junto y estar también más promocionado», porque lo que tiene claro es que este espacio «debería ser visita obligada» tanto para los turistas como para los residentes en la ciudad.

Dos jóvenes de Almagro (Ciudad Real) también estaban muy interesados en la fiesta. «Cuando terminemos aquí vamos al otro (museo), que nos han dicho que hay más cosas», comentaron mientras recorrían la interminable secuencia de «ninots». «Aquí es todo muy igual, no vemos la crítica por ningún lado, que es lo bueno de las fallas, al menos es lo que a nosotros nos llama la atención», comentaron.

En su opinión, «si estuviera todo junto sería mejor» y «si estuviera más céntrico aún mejor», porque «hemos venido de milagro», reconocen.

Por último, una pareja de San Sebastián, absolutos desconocedores de las Fallas, lamentaron que ésto sea lo único que puedan ver de la fiesta. «Nosotros no conocemos nada, pero a los otros sitios no vamos a ir, no tenemos tiempo para todo», dijeron.