La creación de un ala dedicada a la indumentaria es el primer objetivo a la hora de enriquecer de forma permanente el Museo Fallero. Dentro de la multiplicidad de facetas que tiene la fiesta, se conviene que es el más interesante como elemento a exhibir. Junto con la pirotécnia, la música o la literatura son las facetas que más tienen que ofrecer como «patrimonio material». Las especiales características del mundo de la indumentaria juegan a favor: el visitante de casa se encontraría con elementos fácilmente reconocibles y el turista se sorprenderá con unos de los aspectos, visualmente hablando, más llamativos de la fiesta.

La Junta Central Fallera dispone de algunos fondos de cierto valor. Por ejemplo, el traje que lució la primera fallera mayor de Valencia democrática, Carmen Dolz, en 1980. Había permanecido en un maniquí escondido en los archivos de la Junta Central Fallera y tras pasar por un proceso de restauración y limpieza, ahora permanece a la vista de todos en una vitrina. El pasado verano también se produjo la donación de las dos bandas que lució la «Reina Fallera» de 1931, Ángeles Algarra.

El resto del material son unas fotografías de falleras mayores de Valencia, así como todos los cuadros del Salón Falleras Mayores, con las fotos de quienes ostentaron el cargo, mayor e infantil, una parte de los cuales están en bastante mal estado al estar recibiendo, desde hace años y de forma directa la luz del sol, y dos bustos en bronce.

Así mismo, se tiene la promesa de que se cederá a la Junta Central Fallera un traje de Pepita Samper, que está considerada la pionera en el cargo antes de que existiera la condición de «fallera mayor de Valencia». Ese traje se exhibe hasta el 30 de abril del próximo año en el Museo de Etnología, en la muestra «Inventant la Tradició», junto con trajes de diferentes épocas. También hay una reproducción del célebre traje de valenciana con cola que lució en 1933 Leonor Aznar, propiedad del ayuntamiento.

En su realización intervino la indumentarista e investigadora Victoria Liceras, quien destaca las dificultades que tiene preparar una sección dedicada a indumentaria. «Si: hay que hacerla, pero con método. Deberíamos hablar de la indumentaria aplicada a la fiesta fallera. Y si recurriéramos a los trajes de las falleras mayores de Valencia nos encontraremos con un problema: son retocados a lo largo del tiempo. Y si queremos hacer un reflejo de la evolución del traje de la fallera, nos encontraremos con que puede no haber tantos». Recordaba, en ese sentido, la exposición que tuvo lugar en el año 2011. Y aunque había varias décadas reflejadas, «parecían sacadas todas del mismo patrón. Estaban adaptadas a tiempos actuales. Luego llegó el 75 aniversario de las falleras mayores y muchas de ellas volvieron a desfilar. Más retoques para que no parecieran trajes "demodé". Lo lógico sería una muestra fiel, en la que los trajes se han visto afectados por los cambios de cada época, como podemos ver en cualquier retrospectiva». Liceras es, en ese sentido, contundente: «o se hace bien, o que no se haga porque pierde interés».