El premio Importante Levante-EMV, correspondiente al mes de noviembre, ha sido otorgado a las Fallas de Valencia. Este diario reconoce así el excepcional acontecimiento que tuvo lugar a finales de dicho mes: la declaración de la fiesta como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que fue refrendada en la reunión del Comité Intergubernamental celebrado en Etiopía. Realmente, el premio reconoce el hecho sucedido durante noviembre, pero no deja de ser el refrendo de más de siglo y medio durante el cual, lo que empezó siendo una manifestación vecinal, en la que confluyeron ritos, costumbres y momentos, fue transformándose en una manifestación cultural y festiva de primer orden. Las Fallas han acabado por convertirse en una forma de vivir para muchas personas, además de un atractivo turístico excepcional, que no del todo conocido.

Una fiesta con valores

La Unesco premió no la fiesta en su totalidad, ni los elementos que le son comunes a otras manifestaciones parecidas, sino los valores que la hacen peculiar y valiosa. Siguiendo, ni más ni menos, el manual de la Unesco para estos menesteres.

Por eso, se tuvieron muy en cuenta, por ejemplo, la importancia que tiene en el tejido social de la ciudad y la capacidad de transmitirlo entre generaciones, así como el carácter hospitalario hacia las personas, sin distinción de raza o sexo. Junto a este valor, se tuvieron muy en cuenta las características propias del mismo, la riqueza de elementos, la implicación de tradiciones artesanas y la existencia de oficios especiales, como el de artista fallero.

Otro aspecto a considerar es que las Fallas es la primera manifestación festiva que es reconocida y que forma parte recurrentemente de listas más de tipo popular o turístico. Dicho de otra manera, su gigantismo o su faceta comercial no le ha hecho perder esos valores que la han hecho merecedora del reconocimiento. Por delante del Carnaval de Río de Janeiro, la Oktoberfest muniquesa o el Holi indio, las Fallas se atrevieron a dar el paso y a aprobarlo.

Para conseguir el reconocimiento de la Unesco hicieron falta tres factores fundamentales. Por una parte, el básico: tener una buena «materia prima». Es decir, las características propias de las Fallas dignas de ser valoradas. Después, tener la iniciativa de intentarlo y hacerlo bien. Esenciales fueron, en este sentido, el comité de redacción del informe „la médula del éxito„ y la asesoría oficial. Y, por último, el apoyo institucional a la candidatura. No es de extrañar, por ello, que el éxito haya acabado por repartirse. La clase política, porque fueron alcaldes y ediles de diferentes tendencias los que lo promovieron, sumándose ayuntamientos de otras poblaciones y los poderes autonómico y estatal. Y la clase popular porque fue desde sus bases „falleros de a pie„ los que redactaron el informe y los falleros que lo pusieron fácil por mantener los elementos totalmente vivos. Junto a las entidades culturales implicadas.

La candidatura fue acompañada, especialmente en los últimos tiempos, por una serie de actos promocionales, tanto en la ciudad como en las redes sociales como realizando viajes institucionales.

En tierras lejanas

La escenificación del reconocimiento fue altamente emocional. Es verdad que no es como ser elegido, por ejemplo, sede olímpica. Pero tuvo algunos rasgos que lo convirtieron en especial. Por ejemplo, el hecho de aprobarse en una reunión en tierras lejanas (Etiopía) con una representación valenciana allí presente y un festejo en el Salón de Cristal del Ayuntamiento. Y después, rematado con la celebración de un acto institucional en el Palau de la Generalitat junto con una Crida a la Humanitat que tuvo que aplazarse una semana por culpa de las lluvias, a pesar de lo cual reunió a miles de falleros que sí que han creído en la importancia de esta distinción.

Las Fallas „las de Valencia, las de poblaciones de la Comunitat Valenciana y las de otras regiones y países„ y su secuencia ritual se unen, de esta forma, al Tribunal de las Aguas, las fiestas de la Virgen de la Salud de Algemesí y al Misteri d'Elx como patrimonios inmateriales distinguidos por la Unesco.

A partir de ahora empieza el reto de saber aprovechar este reconocimiento y de ponerlo en valor. Es, de alguna forma, alcanzar una mayoría de edad.