Una exaltación infantil puede ser una forma de contemplar el paso del tiempo. Ese que ve pasar hechos y personas. Este 2017 es un buen ejemplo de ello. Por ejemplo: en 1989, María Balaguer era una niña-niña que estaba sentada en primera fila, embelesada, viendo cómo su hermana Covadonga era coronada fallera mayor de Valencia, la primera que lo hizo en el Palau. Ayer, 28 años después, era su propia hija, Paloma, la que recorría los mismos pasillos. O Alicia Piquer, que desfiló en 1996 y al cabo de 21 años lo hacía su hija Marina (Gozálvez). O los veteranos Donís Martín y Pepe Villaverde, que en su día vieron como sus respectivas hijas se quedaban en puertas de formar parte de la corte de honor pero que, una generación después, eran las nietas, Claudia y Marina (Cutillas), las que lo lograban.

Son cosas que se conocen porque las fallas son una pequeña gran aldea. Pero cada una de las niñas tiene su propia historia, la de sus familias y sus fallas. Las que ayer desfilaron, las que lo vieron ya como espectadoras (Sofía Soler y sus niñas) y las que las sucederán, que ayer estaban en el patio de butacas.

El espolín, rosa cuarzo

Y al final de todas ellas, la historia de Clara María Parejo, la primera de la clase en este curso 16-17. Para quien la vida ahora es de color de rosa por dentro —el sentimiento, el corazón, la vivencia— y por fuera, el fondo del color de su espolín. Rosa cuarzo, explicaron los responsables de Vives y Marí, cosido por las debutantes Amparo y Paz. Para Clara fueron los momentos más intensos, algún que otro piropo por el pasillo y los recuerdos que guardará toda su vida.

La elección del espectáculo en la exaltación infantil es mucho más difícil que en la mayor, porque el público se distrae con más facilidad. Dynamic jugó con lo que saben hacer, las modalidades acrobática y de trampolín de la gimnasia, muy poco vistas por el gran público, con lo que pudieron cumplir sobradamente ese difícil cometido. Los pequeños y los no tan pequeños se quedaron absortos viéndoles dar volantines con un virtuosismo técnico excepcional. A cada acrobacia le sucedía otra más difícil que ponía el susto y la admiración en el cuerpo. Por una vez, apagaron los impertinentes dispositivos electrónicos que delatan la falta de atención.

Teresa Broseta ejerció de mantenedora vestida de valenciana historiando el cuento de unas tribus, las fallas, que traen la primavera y dominan el fuego a través de sus niñas. Mantuvo la atención del público también. Exitazo.

Repite la soprano-fallera

Una de las novedades en clave femenina, como el canto del himno de la Comunitat Valenciana, que nuevamente fue interpretado por la soprano y fallera Mónica Bueno. Por cierto, dirigiéndose y mirando a la fallerita cuando el guión lo requería («i als teus peus sultana»).

Raquel Alario estrenó su tercer traje oficial, vistiendo con moño único, como la corte y como no pocas de las niñas asistentes al acto, igual que las mayores el viernes. La diversidad se asienta.

Con los fuegos artificiales y la visita a la Virgen acabó el ciclo de las exaltaciones. El domingo se toma aire y el lunes llegan en tropel los «ninots». La fiesta ya viene desbocada y sin frenos. Empieza febrero. Raquel, Clara, sus cortes y todos los ciudadanos de las tribus están deseándolo.