La fiesta fallera ha visto pasar generaciones. De algunas de ellas empiezan a escasear los testigos vivos y aún de otras tan sólo quedan los testimonios que dejaron. La Transición en el gobierno fallero estuvo protagonizada por el cambio que supuso que las estructuras que había dejado al franquismo fueron amoldándose a los nuevos tiempos. Fue el Partido Socialista el que, a lo largo de doce años, rigió la fiesta y empezó a abrirle puertas, ventanas y buhardillas.

Las personas que protagonizaron el cambio empiezan a marcharse. Rogelio Domínguez, Josep Alarte, Miguel López, Alfredo Prats, Jesús Maroto, Emilio Victoria y, sobre todo, Josechu Rey de Arteaga. La piedra angular de aquel equipo que comandaba Enrique Real. Hasta José Manuel Izquierdo, demasiado pronto. Perviven algunos, como el propio concejal, su primer secretario Pere Maroto o altos cargos como Enrique Miñana o Ramón Bernabéu. Algunos de ellos ya con achaques. Y Manolo Latorre. Cuando introducía a la cervecera Águila como patrocinador de la fiesta, hoy Amstel, Pere Fuset apenas era un preescolar. Por eso, el ahora concejal le agradeció aquella gestión «porque desde entonces sigue ayudándonos». Y la comisión en la que ha pasado la mayor parte de su vida, Borrull-Socorro, reunió „en la plaza del Pilar, que su casal es más grande y allí inició su trayectoria fallera„ a los diferentes colectivos que tienen algo que decir en la fiesta. Porque, desde el año pasado, la comisión que preside Pepa Gómez le ha puesto el nombre de Manuel Latorre a unos premios. A la pirotécnica Reyes Martí por su contribución a la cultura valenciana y a Paco Llago por su trayectoria fallera. Y se homenajeó al que fuera edil y padre de de artista fallero Francisco Carsí, recientemente fallecido. Un Manolo Latorre casi octogenario, pero que conserva plenamente las facultades recibió a los diferentes grupos que conforman la pluralidad de la fiesta: directivos de la JCF de todos los tiempos, desde Evaristo García a los actuales, Félix Crespo y directivos de Francisco Lledó. Los I+E, la Adef, los Raga, los Barca d´Or y tantos más. Aunque fuera por la concesión de unos premios, Manuel Latorre consiguió algo que se da muy pocas veces: reunir todas las sensiblidades de la fiesta bajo la autoridad moral que supone su veteranía y su momento en la historia.