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Monumentos

Fallas experimentales, de la sátira al concepto

Se trata de monumentos de líneas simples y carentes de sátira que necesariamente van al concepto y a la interacción del visitante

Fallas experimentales, de la sátira al concepto

Aunque aún muy minoritarias, cada vez son más las fallas que se plantan cada año bajo el epígrafe genérico y a veces confuso de «experimental». Hay un premio que reconoce esta iniciativa. Y cada vez son más las personas que se sienten atraídas por este tipo de monumentos, rompedores en las formas y necesariamente en el fondo. Carentes del realismo, la exageración y la sátira que caracteriza a las fallas tradicionales, estas otras van más a las líneas simples y al concepto. También al juego y la interacción e incluso la reivindicación.

Este año el premio en esta categoría ha sido para la comisión Lepanto-Guillem de Castro, que ha presentado un montaje con cara y cruz. El visitante puede abrir ventanas y descubrir lo que hay detrás: cuerpos desnudos de toda clase y tendencia. Aunque su lema es «D´Amors», no es un juego sexual, sino una manera de provocar reacciones en las personas e invitar a reflexionar sobre el por qué de esas carcajadas, espantos, repulsa o admiración.

En el caso de la comisión Mossén Sorell-Corona, hay un monumento como tal, muy minimalista, de líneas rectas e invitación a la reflexión también. Un adulto soporta una enorme corona y una niña lo mira distante. Son las distintas forma de ver las cosas en la edad adulta y en la edad primera, un juego entre la programación, la responsabilidad y la prisa de los adultos respecto a la fiesta, la naturalidad, el equilibrio y el disfrute con que lo afrontan los más pequeños. Concepto, concepto, concepto.

Eso es lo que puede verse también en la comisión Vall de Laguart-Padre Ferris. Un montaje de trampolines, con una bañera de pelotas de goma donde tirarse, es la base de la falla. «Cuando sientes miedo de saltar es cuando debes hacerlo, si no te quedarás toda la vida en el mismo sitio, dice uno de sus muchos lemas escrito en grandes caracteres.

Y luego están los monumentos interactivos. El de la calle Lepanto ya responde en gran medida a esa idea, y el de la comisión Beneficencia-Ripalda es el paradigma. Bajo el lema «Fabulari», presenta «una máquina teatral Leonardesca» que ocupa toda la escena y que invita a desprenderse de los problemas, en este caso de las limitaciones físicas. A base de exoesqueletos los visitantes pueden caminar a desplazarse sobre realidades distinta a la suya.

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