Si la Ofrenda es el acto más emotivo de la semana de fallas, lo es doblemente cuando se es fallera mayor de Valencia o corte de honor. Si remata un año estupendo de relación entre ellas, aún es mejor. Y si la persona se ve acompañada y respaldada, el círculo se cierra rayando la perfección.

Eso es lo que le pasó a Raquel Alario y a la corte de honor en la apacible noche del sábado al domingo. Un momento apoteósico para ellas. Poco después de las doce de la noche iniciaban su particular desfile. Raquel y el equipo: Beatriz Aspas, María Pérez, Paula Ortiz, Clara Romero, Rebeca Gómez, Sara Monsalvatje, Carmen Llopis, Raquel Montero, Marta Martínez, Teresa Mocholí, Patricia Navarro y Carmen Engo.

Y se encontraron con muchas caras conocidas de la particular aldea global de la fiesta. Allá donde miraran habían curiosos, turistas o simples vecinos, es verdad. Pero mucho más. Los primeros fueron los de General Asensio-Marqués de Solferit, que estaban nada más iniciar el cortejo para aplaudir a Patricia Navarro. Neutrales, pero de todas, los de San Vicente Periodista Azzati, que tienen un particular palco debajo de su falla. O los del Pilar, que pasaron a la acera contraria para ver más de cerca a Clara Romero. Se identificaban por los polares rojos, los mismos que los numerosos falleros de Doctor Collado, que aplaudían a Paula Ortiz. O los de Bolsería, por María Perez.

Raquel tenía al grueso de su falla por delante. Los de Fernando el Católico-Angel Guimerá la escoltanban como último contingente antes de la comitiva oficial. Nadie se lo quiso perder entre los falleros de la comisión del "bunyol" y no pocos invitados. A Raquel la acompañaban, unos pasos por detrás, sus padres, apenas por delante de la comitiva de la Junta Central Fallera.

Esas emociones no sólo eran para las trece. También, ya en el último tramo de la calle San Vicente, un numeroso grupo con los polares verdes del Mercado Central se asomaron para aplaudir a Carmen Sancho de Rosa, una de las cinco falleras mayores de los cinco últimos años, que les devolvió el saludo llevándose la mano al pecho. No ha sido un año fácil en la número uno.

Falleros del Raval de Alcàsser, de Universitat Vella, y de muchas otras, incluyendo las chicas de Corretgería-Bany dels Pavesos, que siempre se apostan junto a la calle del Miguelete fueron el último contacto con la realidad de la ciudad. La calle quedó sólo para ellas, mientras la voz de Josep García Bosch saludaba su llegada. Fue el momento culminante de una noche que acabaría con el acto en la Basílica y la interpretación de los himnos en un silencio absoluto por parte de la Banda Municipal.

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