La historia de las 73 candidatas a fallera mayor es la historia de una generación. A aquellas que tienen 25 años o más les pilló de lleno la crisis económica y laboral y en alguno de los casos, más aún. Las hay que, como Amparo García, se licenciaron en Comunicación Audiovisual con master en periodismo. Mala cosa. «Trabajaba en la sección de marketing una empresa de proyectos innovadores». Y se quedó en el paro. Ante grandes males, grandes remedios. «Había que renovarse o morir» y ahora trabaja de visitadora médica. «Tiene su punto de marketing también y estoy encantada con lo que hago ahora. Me siento orgullosa de haber podido cambiar y estar en un sitio que me gusta».

La de su familia es una historia de coraje protagonizada por el señor Rafael García. «Mi madre falleció cuando yo tenía seis años y mi padre se echó a la espalda criar dos criaturas y que no nos faltara de nada». Precisamente por eso ha esperado a los 30 años para ser fallera mayor. «Me lo tenía que hacer yo. Ni podía ni debía ser de otra manera». Ya quiso ser en 2015, pero fue la época del paro y tuvo que esperar dos años. Esto le permitió, por ejemplo, reinar coincidiendo con el 50 aniversario de su comisión, Vidal de Canelles-Sánchez Coello «lo que me permitió estar en actos tan especiales como recibir a personas que habían sido presidentes y falleras mayores infantiles décadas atrás». Está en Vidal de Canelles tras haber cruzado la avenida, puesto que, de pequeña, fue de Grupos Virgen del Carmen. Todo queda, de todos modos, en el barrio. De jovencita vio pasar casi consecutivamente a dos fallares de su comisión por lo más alto: Miriam Sánchez y Berta Manzano.

Con 31 años ya no está en una edad excluyente. Los tiempos han cambiado. Lo mismo que estar casada. «Mi marido me apoya absolutamente en todo. ¡En la boda no lloró tanto como en la preselección! Y la edad? sentirse fallera no tiene fecha de caducidad».