Lo que para unos puede parecer un milagro, para Laura es ciencia y una rutina fantástica: devolverle la vista a alguien que no la tiene o la tiene muy deteriorada. Lo hace día a día en el Hospital de Sagunt, donde trabaja como médico en la especialidad de oftalmología. «Me formé, hice la especialidad, pasé un año en Francia y aquí estoy. Me gusta sobre todo la cirugía, la veo muy gratificante. Devolver la visión a una persona, que te cuente como es su nueva vida, es algo que da muchas satisfacciones». Especializada en la retina, asegura que es necesario «tener buena vista, tener buen pulso, porque es casi microcirugía y tener templanza».

Templanza es lo que necesitará también para afrontar otra operación de altura: alcanzar un puesto en la corte. Con 32 años de edad, batiría el récord de edad «pero no me asusta. En los últimos años se han roto todos los estereotipos de edad y estado civil. Tengo toda la ilusión del mundo».

Las fallas las había vivido también de otra forma porque «mi familia es de músicos. Abuelos, padre y primos en casa lo vivíamos desde el otro lado. Desde pequeña me vestían de valenciana en Santa Cecilia y eso me gustaba. Lo típico: pensaba que, tarde o temprano, sería fallera». Ella pasó la niñez pegada a un violín. «Desde los 6 a los 14 años. Pero conforme fui haciéndome mayor me di cuenta que necesitaba dedicarme más a los estudios. Y no digamos con medicina. El violín es un instrumento que requiere mucha dedicación».

Hay que tener en cuenta que Laura y su familia son originarios de Carlet, una villa en la que se respira música y en la que las fallas han ido creciendo con el paso de los años. El caso es que aterrizó en la falla de Cánovas hace siete años a través de amigos». Lo de ser fallera mayor «yo decía que "eso les pasa a las demás". Pero el año pasdo la falla empezó a llevarla una gestora de cuatro amigos y me dijeron "Queremos que seas nuestra fallera mayor". Y no podía decirles que no. Y es lo mejor que me podía haber pasado».