La relación con los vecinos es la principal preocupación que tienen los falleros en su día a día, aunque también son altamente reticentes a efectuar ninguno de los cambios que podría ayudar a suavizar esas relaciones. Quieren mantener algunos de los privilegios de que disfrutan a cambio de mover la sociabilidad y la economía de la ciudad: las carpas, las verbenas o el traslado de fechas a fin de semana. No le inspiran confianza los jurados de los concursos más emocionales (fallas y fallera mayor), se divide sobre la continuidad o no de la Junta Central Fallera en el ayuntamiento, reclama más procesos participativos, le motiva la declaración de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, valora el monumento fallero como lo más preciado de la fiesta y le gusta ser fallero por la convivencia. Estos son algunos de los aspectos más llamativos de la encuesta fallera realizada por el ayuntamiento de València y que ayer, y tras un agrio debate por la conveniencia o no de su realización, dio a conocer sus resultados extraídos de las 963 entrevistas realizadas.

Una encuesta que ha enfrentado a la Interagrupación y al concejal Pere Fuset y, por arrastre, a la asamblea de presidentes. Los responsables de las comisiones reclamaron la comparecencia del alcalde ante la asamblea y la destrucción de sus datos. No se descubren datos especialmente llamativos que rompen grandes tópicos. Posiblemente, en todo caso, la de la adscripción política, esa frase de «las fallas y los falleros son de derechas» y que, a la hora de la verdad, son un espejo bastante parecido a la ciudadanía que la alberga.

Si la encuesta se tildaba como un instrumento al servicio del poder, la afirmación se queda a mitad camino. Hay preguntas que avalan la gestión del equipo de gobierno. Pero en otras hay datos que no son especialmente favorables al partido que la promueve, Compromís.

Sin embargo, el concejal Pere Fuset compareció ayer para dar la totalidad de los datos recopilados por la empresa de investigación de mercados Invest Group. Según Fuset, tras el análisis de los datos obtenidos «queda demostrada la pluralidad y la transversalidad de lo que es posiblemente el mayor motor de cohesión social de la ciudad de València», las fallas, que actúan como aglutinante de las diferencias, dándoles un sentido festivo.

La encuesta se articula, como bien se sabe, sobre dos vectores: el puramente fallero y el sociológico. Posiblemente, el dato más valioso se la encuesta procede de cruzar dos de las preguntas. Una de ellas era previsible: ¿cuales son los tres principales problemas o preocupaciones que afectan a las fallas? A pesar de las muchas opciones que había, casi la mitad, un 47,7 por ciento de los encuestados, señala a los vecinos. Es decir, la relación con ellos.

Ahora bien: ¿están dispuestos a ceder los falleros en algunos de sus privilegios para buscar ese punto de encuentro? Pues, a simple vista, no. A saber: el 86,4 por ciento no quiere avanzar el cierre de las verbenas; el 70,4 por ciento no quiere que se retrase la instalación de las carpas; el 68,3 por ciento no quiere que se cambie el estatus del calendario y trasladar la fiesta a fin de semana y el 65,9 por ciento no quiere retrasar la despertà a las nueve de la mañana en lugar de las ocho habituales. Es decir, algunos de esos rituales que, por definición, molestan al vecino y que provoca fricciones. Los problemas de los falleros tienen como segunda opción la economía, algo más que previsible. Y a partir de ahí entran preocupaciones que tienen que ver con la gestión municipal. Llama la atención la llegada en tercera posición la obtención de permisos, una reivindicación habitual este año sobre la que el concejal Carlos Galiana ha tenido que dar ya más de una explicación. Como Fuset la ha tenido que dar por las ayudas y subvenciones (cuarta preocupación). Los horarios, sensibilización de los políticos, tráfico... con conceptos que se imponen a otros más genéricos como la masificación, compaginar fallas y trabajo o el vandalismo.

Otra de las preguntas clave es ese análisis de actuaciones a realizar en las fallas. Ahí, por contra, los resultados dan la razón a Pere Fuset especialmente en uno de ellos: nada menos que el 91 por ciento de los encuestados ven con buenos ojos el realizar consultas directas a los falleros. Esto es, aquel argumento sobre la representatividad que tanto ofendió también a los rectores de comisiones y agrupaciones nada más acabar las fiestas. También les gusta la idea de utilizar materiales ecológicos para hacer fallas (86,1 por ciento de los encuestados). Y hasta el 84,1 está a favor de celebrar un Congreso Fallero. Desciende el porcentaje de encuestados que apoya decididamente el dar más protagonismo a las cortes de honor, está cerca de la paridad el mantener a las comisiones de las poblaciones (algo a lo que el propio Fuset se ha mostrado favorable) y entra ya en los votos en contra, aunque sin irse demasiado lejos del empate el obligar a llevar bandas o que hubiera una representatividad masculina en las cortes de honor (entre los responsables de la encuesta se reconoce que esa pregunta debió plantearse pensando más en el apartado infantil que en el adulto).

La mitad, «independentistas»

Y hablando del Congreso Fallero, hay un aspecto que, a la hora de la verdad, es el único que realmente importa: ¿qué opinan los falleros de mantenerse o no bajo la tutela municipal? Hay que tener en cuenta que, a día de hoy, ninguno de los agentes de la fiesta ha explicado profundamente los pros y los contras de ello. A día de hoy hay casi un empate técnico: un 48 por ciento son «independentistas» y un 48,9 prefieren quedarse como está.

El equipo de gobierno quería pasar la prueba del algodón de sus gestiones y, en general, reciben muy buena nota. Era previsible en la apertura del balcón a comisiones para las «mascletades», el traslado de la Exposición del Ninot al Museo de las Ciencias y era de sentido común el reconocimiento del Museo Fallero como museo oficial. Pero también pasa con buena nota la realización de campañas de imagen por profesionales (en clara alusión a los carteles de Fallas).

Con la declaración de la fiesta como Patrimonio Inmaterial como algo muy valorado (apenas el 1,6 lo considera poco o nada importante), a los falleros se les ofrece en la encuesta valorar los elementos culturales de la misma. Gana el monumento fallero con una nota media de 9,22, la misma que la sátira. Un aprecio que, seguro, no se corresponde con la realidad y el dinero destinado a hacer fallas. Por lo menos, estos sobresalientes serán mirados con escepticismo por el maestro mayor del Gremio. Por detrás aparece la indumentaria (nota de 9,2), dejando claro que todo cuanto rodea a esa faceta de la fiesta gusta e interesa, para desesperación de puristas. Los aspectos menos valorados son la Ciudad del Artista Fallero, un pretendido distrito cultural que muchos desconocen, y el teatro fallero, fundamentalmente porque es una actividad, aunque loable, aún minoritaria en el gran público.

¿Qué es lo que más le gusta al fallero en su comisión? La convivencia. Ser un espacio donde pasarlo bien. Reciben buena nota las gestiones de directivas y presidencias y lo que menos se valora, en congruencia con la pregunta sobre las preocupaciones, la relación con vecinos.

La encuesta también hace una pregunta similar pero a escala global: ¿qué es lo que más se valora en la fiesta? Gana la participación de la mujer en la organización de la misma. Los presidentes de falla estaban especialmente molestos con que se les preguntara a los falleros si consideran que éstos son representativos. Por definición, el fallero mantiene su adscripción a las calles que le rodean, un precepto básico en la historia de la fiesta. Cuatro quintas partes de los encuestados apenas tienen que andar unos metros para bajar a su casal. ¿Cómo llegaron a ser fallero o fallera?

La encuesta desvela que ser fallero es casi un rito ancestral, que se transmite de generación en generación (uno de los valores que más valora la Unesco para conceder la condición de Patrimonio de la Humanidad. el 39,9 de los encuestados reconocen que esa es la manera en que pisaron el casal por primera vez. La captación a través de amigos se lleva casi un tercio de las justificaciones y el 17,4 por ciento se apuntó por contagio de la pareja. Tan sólo el 8,5 por ciento fueron «la soga tras el caldero»: apuntaron a los hijos y les gustó tanto que también se apuntaron.

Y ser fallero se es casi por inercia. Porque el 41 por ciento dice que es fallero «por costumbre o tradición» hay un 19,4 porque «lleva muchos años».

El presidente de la Interagrupación de Fallas, Jesús Hernández, volvió a reiterar ayer que no aceptan los resultados de una encuesta que no les representa porque las preguntas dirigían a los entrevistados a una sola respuesta. En un comunicado a última hora la noche incidía en que «los falleros también pertenecemos al colectivo de vecinos y en consecuencia intentamos fomentar siempre la convivencia entre toda la ciudadanía cumpliento escrupulosamente con la estricta normativa que se nos exige para realizar cualquier tipo de celebración o actividad en la vía pública». «Nuestra posición ante las asociaciones de vecinos es y ha sido la de estar abiertos al diáloigo para tratar aquellos temas que puedan perjudicar al colectivo aportando soluciones de mejora para paliar las molestias que puede causar una fiesta de semejante envergadura».